Si una cosa ha sorprendido a los observadores en la campaña electoral alemana es el poco compromiso manifestado por los sindicatos con sus aliados naturales: los socialdemócratas.

A diferencia de ocasiones anteriores, su apoyo explícito al SPD ha dejado que desear, y ello pese a que el candidato a la cancillería de ese partido, Peer Steinbrück, prometió a uno de sus líderes, Klaus Wiesehügel, del sindicato de la construcción, la cartera de Trabajo en el caso -prácticamente imposible- de victoria socialdemócrata.

El silencio de los sindicatos es tanto más elocuente por cuanto en las elecciones se ha hablado de temas que deberían importarles mucho, como la introducción de un salario mínimo o los famosos «minijobs».

La razón parece estribar en el hecho de que, retórica aparte, casi todos los partidos en liza, si se exceptúa a los de los dos extremos -La Izquierda y la Alternativa para Alemania, contraria al rescate de los países periféricos y a la moneda común- no divergían apenas en sus programas.

«De la forma en que hablaron (los dos candidatos: la canciller Merkel y su rival Steinbrück en el debate televisado) de los abusos de los contratos laborales, podría haberlo hecho uno de nosotros», comentan funcionarios del poderoso sindicato del metal.

Muchas de las exigencias de los sindicatos -incluida la relativa al salario mínimo- tienen el apoyo más o menos matizado de los partidos con posibilidades electorales. Hasta los liberal demócratas no están ya tan radicalmente en contra.

Angela Merkel se ha preocupado además de cortejar a los sindicatos, invitando a sus líderes tanto a la cancillería como a acompañarla en algún viaje al extranjero. Con motivo de la visita a Berlín del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el jefe de la confederación sindical DGB fue uno de los pocos convidados al banquete que ofreció la canciller.

Y, como recordaba el semanario «Die Zeit», ese sindicalista no ha olvidado hasta ahora que un canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder, a quien acompañó en un viaje a África, se refirió a él como alguien que no hacía más que fastidiarle en casa y a quien con mucho gusto habría dejado en aquel continente. Un desaire que difícilmente cabría de los labios de la actual canciller.

Junto a la actitud sindical, otra cosa que ha llamado la atención en la campaña han sido las declaraciones de algunos intelectuales, como el psicólogo Harald Welzer, el filósofo Peter Sloterdijk o el escritor Botho Strauss, en el sentido de que no se tomarían siquiera la molestia de votar en vista de que no hay diferencias programáticas entre los partidos y de que todo es «pseudopolítica».

Ese rechazo del sufragio con distintos argumentos, algunos claramente elitistas, como en el caso de Botho Strauss, lo equiparaba un comentarista de «Die Zeit» a la actitud del protagonista del relato de Herman Melville «Bartleby el Escribiente», expresada en su famosa y repetida frase: «I would prefer not to» («Preferiría no hacerlo»).