Bruselas / Oviedo,

Agencias / E. F.

La pausa estival dio resultado y, tras el fracaso del Consejo Europeo del pasado julio, los líderes de Los 28 lograron al fin ponerse ayer de acuerdo sobre los nombres que sustituirán a Herman van Rompuy y Catherine Ashton como presidente de la UE y jefa de la diplomacia comunitaria, respectivamente. Serán, según decidieron ayer en Bruselas, el actual primer ministro polaco, el conservador Donald Tusk, y la ministra italiana de Exteriores, Federica Mogherini (centro-izquierda).

Los nombres de Tusk y Mogherini eran los que venían sonando con más fuerza en los últimos días y fueron revelados antes de tiempo por Van Rompuy, que, sin percatarse de que había micros abiertos en su entorno, se los confirmó a un interlocutor.

Si en julio los países del Este consideraron que Mogherini era bisoña y muy blanda respecto a Rusia, ayer despejaron sus suspicacias gracias al nombramiento de Tusk, que da al bloque excomunista un peso del que hasta ahora carecía en la UE. Peso, todo hay que decirlo, matizado por el escaso relieve que la figura del presidente del Consejo Europeo ha tenido durante los cinco años en los que el cargo ha sido desempeñado por Van Rompuy.

Tusk, que estrenará el próximo 1 de diciembre un mandato de dos años y medio, tendrá que hacer frente a tres grandes retos, destacó Van Rompuy al anunciar el consenso alcanzado para su nombramiento: el estancamiento económico, el conflicto entre Ucrania y Rusia, que consideró la "amenaza más seria a la seguridad continental desde la Guerra Fría", y el acomodo del siempre díscolo Reino Unido en el seno de la Unión.

Respecto a Mogherini, Van Rompuy destacó que la nueva Alta Representante de la UE ejercerá también como vicepresidenta de la Comisión, por lo que su nombramiento fue acordado con el presidente electo de esta institución, el conservador Jean-Claude Juncker.

Al margen de los nuevos nombramientos, los líderes reunidos en Bruselas abordaron la posibilidad de decidir nuevas sanciones contra Rusia por la escalada de tensiones en Ucrania, pero una vez más lo hicieron seriamente divididos. Así, mientras algunos, con el francés Hollande a la cabeza, pidieron que se presione enérgicamente a Moscú, otros, como el primer ministro holandés, Mark Rutte, se mostraron más cautelosos, al afirmar que antes de aprobar nuevos castigos habrá que "preguntar a la Comisión Europea sobre el impacto que tendrían, política y económicamente".