Al menos 37 personas murieron este viernes y varias decenas resultaron heridas en un asalto terrorista contra dos hoteles en en Port Al Kantaui -cerca la localidad turística meridional tunecina de Susa- uno de ellos el hotel 'Imperial Marhaba', de la cadena española Riu, según el último balance proporcionado por el ministro de Sanidad tunecina, Saïd Aïdi. Estado Islámico ha reivindicado a través de una cuenta de Twitter el atentado en la noche del viernes.

El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha informado esta tarde de que "no hay constancia" de españoles entre los fallecidos. La mayoría de víctimas son turistas de nacionalidad belga, británica y alemana. Del total de heridos, al menos dos turistas están en estado crítico y otros ocho necesitan atención médica, según informa la radio local Mosaique. Aïdi ha reconocido que hay carencias a la hora de dar apoyo psicológico a las víctimas del ataque contra el hotel.

Los hechos ocurrieron cuando a primera hora de la mañana dos jóvenes que parecían uno más de los numerosos turistas que disfrutaban del sol penetraron en la playa de estos hoteles asomados al Mediterráneo y comenzaron a disparar de forma indiscriminada.

Invadidos por el pánico, la mayoría de los turistas trataron de refugiarse en la decena de tumbonas que rodean la piscina o huir en dirección al vestíbulo del hotel, donde varios vidrios se rompieron a causa de los disparos.

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En las imágenes que muestra la cadena de televisión tunecina TNN, se ve la zona de playa con cadáveres cubiertos con toallas de hotel y numerados, en bañador, sobre la arena y bajo las sombrillas, donde las víctimas fueran sorprendidas en el momento del ataque.

"Ha sido una auténtica masacre. Empezaron a gritar palabras en árabe y a disparar a todo el mundo. Ha sido el peor día de mi vida", explicó Helga, una jubilada alemana que disfrutaba del sol con un grupo de amigos.

"Nosotros tuvimos suerte. Nos quedamos tirados en la arena mientras ellos corrían al hotel", agregó la turista.

Alemanes, pero también belgas y británicos componen la mayoría de las víctimas mortales, que comenzado a ser trasladas al hospital Charles Gaulle para una identificación definitiva.

Varios cadáveres yacían todavía en la playa a última hora de la tarde, y de cuando en cuando, en el lobby del hotel, abarrotado de turistas nerviosos y de mirada perdida, estallaban en lágrimas ante la confirmación de la identidad de una nueva víctima.

Otros turistas, más afortunados cruzaban cariacontecidos con la maleta a rastras rumbo al autobús que les transportará a Túnez capital y después a casa tras unas vacaciones truncadas por la demencia terrorista.

Fuentes de la dirección del hotel confirmaron a Efe que no hay ningún español entre las víctimas y que solo un ciudadano portugués estaba en el hotel y está a salvo.

Al menos cinco ciudadanos del Reino Unido han muerto en el atentado, según confirmó el ministro británico de Asuntos Exteriores, Philip Hammond. También se informó de la muerte una irlandesa.

La Policía tunecina confirmó que uno de los terroristas murió durante el tiroteo que siguió al asalto al recinto hotelero y que otro presunto atacante logró huir en dirección a la autopista que cobre los 140 kilómetros que separan Susa de la capital, aunque posteriormente fue detenido. Además, otras dos personas han sido detenidas y han pasado a disposición de los investigadores.

El ataque, que se ha producido al tiempo que atentados similares han sacudido Francia y FranciaKuwait, es el segundo de este tipo que sufre Túnez en los últimos tres meses, y el tercero desde que en 2002 un grupo de hombre matara a un grupo de extranjeros junto a la sinagoga de la vecina isla tunecina de Yerba.

El pasado 18 de marzo, y en una acción similar, 24 personas, 22 de ellas turistas extranjeros, perdieron la vida tiroteados por dos hombres que igualmente irrumpieron en el museo El Bardo

Aquel atentado destruyó la industria del turismo de grandes cruceros, uno de los pilares de la endeble economía tunecina, y puso de relieve el avispero yihadista, al que Túnez hace frente desde el inicio en 2011 de la denominada "primavera del jazmín".

El ataque de hoy ha puesto de manifiesto que ese problema es más agudo de lo que las autoridades tunecinas han querido admitir hasta la fecha y amenaza con afectar de nuevo al turismo, en este caso al de los grandes hoteles del todo incluido que hasta ahora sobrevivía.

Un duro golpe para un país considerado modelo en la transición política, pese a los claro-oscuros, que no ha sabido, sin embargo, solucionar sus agudos problemas económicos, similares a los que llevaron a la revuelta.

Problemas que se han agravado con la inestabilidad que vive la vecina Libia, un país víctima de la guerra civil y el caos desde que en 2011 la comunidad internacional contribuyera militarmente a derrocar el régimen dictatorial de Muamar el Gadafi.

En el último año, y aprovechando la disputa entre los gobiernos de Trípoli y Tobruk, este último reconocido por la comunidad internacional, la rama libia del Estado Islámico (EI) se ha asentado en el este del país.

Muchos de sus grupos están dirigidos e integrados por ciudadanos tunecinos, la mayoría de ellos retornados de la lucha junto al Estado Islámico en Siria e Irak.

La mayor parte pasan primero por las montañas de Chambi, un área agreste en la frontera con Argelia que se ha convertido en lugar de reunión y pasillo de entrada y salida de terroristas de todos los países del Sahel.

Aunque hasta el momento ningún grupo ha asumido la autoría de la matanza, las autoridades creen que es obra de una célula tunecina del grupo local Ansar al Sharía, escisión de Al Qaida que en los últimos meses se ha acercado al EI.