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Una asturiana en el tren de los refugiados

"Fue impactante ver la sonrisa de los niños sirios ante pequeños detalles", relata Laura Marqués, bloqueada en la frontera entre Austria y Alemania

La imagen muestra la estación ferroviaria de Wels, localidad austriaca cercana a la frontera con Alemania. Al fondo, las carpas de acogida y los refugiados sentados en el suelo o esperando noticias. Había Policía especializada, con sus chalecos naranja.

Un largo y plácido fin de semana en Viena acabó convirtiéndose en una aventura nocturna inquietante para una asturiana, Laura Marqués González, de 22 años, que se vio bloqueada en plena noche en la frontera entre Austria y Alemania cuando las autoridades cerraron el paso al tren en el que viajaba en compañía de cientos de refugiados sirios. Laura, que trabaja en una empresa de Nuremberg, quedó atrapada en un pequeño pueblo austriaco, Wels, a 80 kilómetros de la frontera. "El 70% de los viajeros eran familias sirias. Habíamos viajado con ellos y fue impactante la cantidad de niños, la expresión de sus caras, las sonrisas de agradecimiento cuando tenías un detalle con ellos".

Pero hacia las siete de la tarde el tren se paró en la penúltima estación antes de llegar a Alemania y se comunicó que no había paso. "Lo tenían organizado, había una carpa para acoger a los refugiados, con Policía, Cruz Roja y servicio de traductores". Pero los viajeros no refugiados se quedaron en tierra de nadie. "Yo tenía que trabajar al día siguiente, nadie nos daba información" y en el tren no se podían quedar.

Comenzó entonces toda una peregrinación en la noche. "Mi amiga y yo cogimos dos taxis, dos trenes y un autobús antes de llegar a Nuremberg nueve horas después de que parasen el convoy". Primero a Schärding, última localidad fronteriza austriaca. Después a Passau, primera alemana al otro lado de la frontera. Los trayectos ferroviarios y de bus los tenían pagados por las autoridades, "pero pagamos casi 240 euros de taxi". Nuremberg estaba a unos 400 kilómetros.

Unas ciento cincuenta personas se encontraron en la misma situación que Laura Marqués, después de dejar atrás en Wels a cientos de refugiados sirios. "Cruzamos la frontera en dos taxis, que hicieron un gran negocio. Iban y venían recogiendo viajeros en un trayecto de unos 10 kilómetros por carreteras secundarias".

Durante los días de estancia en Viena, el pasado fin de semana, Laura había sido testigo del gran número de refugiados que se agolpaban en la estación de la capital austriaca. En el tren "había familias enteras, madres muy jóvenes que viajaban con lo puesto y sin hablar una palabra de inglés o alemán. A un niño pequeño le di un bolígrafo y un papel para que dibujara, y con aquello tan simple se le iluminó la cara. Se puso a pintar con su hermana y un niño alemán que viajaba en el compartimento". Ellos, ajenos al drama, son la imagen de un mundo nuevo.

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