Rusia consumó ayer su intervención en la guerra civil siria, en apoyo del dictador Al Asad. La intervención fue preparada a lo largo de las últimas semanas con movimientos sobre el terreno denunciados por EE UU. Cazas rusos efectuaron 20 misiones, en las cuales bombardearon ocho objetivos que, según Moscú, correspondían a posiciones del grupo yihadista Estado islámico (EI), lo cual fue puesto en duda por EE UU.

Según las autoridades rusas, que aseguraron que no extenderán sus acciones a Irak, sus aviones destruyeron un puesto de mando y varios centros de operaciones en una zona montañosa, que otras informaciones sitúan en las provincias centrales de Homs y Hama. Residentes de Homs declararon que la intensidad de los ataques en esa zona, muy castigada por la guerra, carece de precedentes.

La versión oficial rusa también negó cualquier ataque a infraestructuras civiles o zonas cercanas a ellas. Sin embargo, fuentes de la opositora Coalición Nacional Siria (CNS) afirmaron que los bombardeos causaron la muerte de 36 civiles. La fuente corroboró que en la zona atacada no había presencia de fuerzas del EI o de Al Qaeda. El comandante de un grupo rebelde sirio respaldado por Occidente, con base en Hama, aseguró que los ataques alcanzaron a sus hombres y causaron ocho heridos.

Moscú justificó su intervención, para la que Putin recibió autorización del Senado ruso por la mañana, asegurando que fue solicitada por Asad y añadiendo que, aunque las aeronaves empleadas son rusas, los pilotos son sirios. El Kremlin sostuvo que la intervención rusa, al ser solicitada por Damasco, es la única legal, a diferencia de la de EE UU, y tiene además como objetivo impedir al yihadismo llegar a sus fronteras.

Desde Washington, el jefe del Pentágono, Ash Carter, aseguró que el primer ataque se produjo sobre una zona no controlada por el EI y expresó su preocupación por un posible agravamiento de la guerra civil, que desde 2011 se ha cobrado más de 310.000 vidas.

"Quiero ser cuidadoso, pero parece que sucedió en áreas donde no había fuerzas del EI", dijo Carter, quien reiteró la doctrina oficial de que luchar contra los yihadistas sin incluir la salida de Asad, es "echar gasolina" al conflicto sirio. A diferencia de Rusia, EE UU, como Francia, defiende un proceso de transición que orille a Asad, aunque alguno de sus más próximos aliados, como Reino Unido, no cierra la puerta a la participación del dictador, al menos en los primeros compases de la transición. Para EE UU, que bombardea posiciones del EI en Siria e Irak desde hace 15 meses, combatir al Estado Islámico sin perseguir a la vez un proceso de transición "ele va el riesgo de escalada militar".

Las principales potencias occidentales, cuyos ministros de Exteriores se encontraron en el Consejo de Seguridad de la ONU, mostraron su recelo ante los verdaderos objetivos rusos, pero garantizaron su disposición a colaborar si el verdadero objetivo ruso es acabar con el EI. Así, Londres aplaudió cualquier acción contra el EI, mientras el secretario de Estado de EE UU, John Kerry, aseguró que su Gobierno está dispuesto a discutir con Rusia esta misma semana los detalles de las operaciones, para garantizar que no entren en conflicto con las que efectúa desde hace meses la coalición liderada por Washington.