Los disturbios y ataques continuaron ayer en Israel y Palestina en una jornada que se inició con un incendio provocado en la Tumba del Patriarca José, uno de los doce hijos de Jacob, en Naplusa (Cisjordania), y que acabó con cinco palestinos muertos, un centenar heridos y un soldado israelí herido en un apuñalamiento.

Durante la madrugada, un grupo de palestinos atacó la tumba con cócteles molotov y bombas incendiarias, provocando un incendio que dañó severamente el complejo antes de ser controlado por las autoridades palestinas.

El ataque fue condenado por la ONU y la comunidad internacional y, también por el presidente palestino, Mahmud Abás, que anunció un comité para investigar los hechos y lo calificó de "acto irresponsable" que no refleja sus principios "ni los del islam".

La violencia contra el lugar, venerado por judíos, cristianos y musulmanes, se enmarca en la nueva crisis que vive la región y en el hecho de que, una vez al mes, autobuses con religiosos judíos entran a visitarlo por la noche protegidos por fuerzas de seguridad. Estas visitas son consideradas por muchos palestinos una provocación y una violación de su territorio, puesto que la tumba está situada en el Área A de Cisjordania, la única donde los palestinos tienen control tanto administrativo como de seguridad.

Pese a que las facciones palestinas habían llamado a un "día de la ira", convocando disturbios y ataques contra fuerzas y civiles israelíes, el viernes transcurrió con relativa tranquilidad, a excepción de la franja de Gaza, donde murieron dos jóvenes en enfrentamientos con el Ejército israelí en varios puntos de la valla fronteriza.

Dos manifestantes, de 22 y 24 años, murieron por disparos de las fuerzas de seguridad israelíes y más de medio centenar fueron heridos por balas y otros tantos por inhalación de gas en los choques violentos.

El jefe de hecho del Gobierno en Gaza y segundo en la jerarquía del movimiento islamista radical Hamás, Ismail Haniye, instó ayer de nuevo a la juventud palestina a continuar con lo que denominó "la nueva intifada".

"La intifada debe ser más violenta para defender Jerusalén y la mezquita de Al Aqsa", dijo el dirigente islamista, quien añadió que "el espíritu de la resistencia" debe ser más profundo "para así bloquear todos los intentos de extinguir las llamas de la intifada".

En Jerusalén, entre tanto, se sigue viviendo un ambiente de tensión con calles, parques y lugares de ocio vacíos. La Policía y la Guardia de Fronteras siguen instalando enormes bloques de cemento y puestos de control en los accesos a los barrios palestinos de la zona oriental de la ciudad, para impedir la salida de sus habitantes, que en la práctica están se encuentran encerrados.