La de ayer fue una auténtica noche de pesadilla para la colonia de asturianos en la capital francesa. Encerrados en casa, enganchados a la televisión y las redes sociales, trataron de conocer detalles del horror que se vivía en las calles de París bañadas en sangre.

"Estoy alucinando", confiesa al teléfono Beatriz Pañeda, de 23 años y natural de San Martín del Rey Aurelio. Desde hace un año estudia un máster de Historia Antigua en la capital gala. "Los lugares en los que está pasando todo son sitios que frecuento de forma habitual; una zona en la que se sale los viernes por la noche, a la que voy con mis amigos a menudo", relata nerviosa mientras no deja de seguir las noticias en casa, a cierta distancia del epicentro de la barbarie. Recibió el aviso de un amigo y encendió la tele: y se abrió el abismo del miedo. "Nos hemos llamado todos los que nos conocemos aquí y todo el mundo está bien, pero no se sabe nada". Ella misma avisó a su familia en Asturias. Y al temor ante el sangriento atentado se suma la inquietud por sus efectos: "Pienso en lo que se va a desplegar. Lo de 'Charlie Hebdo' fue apenas hace un año y las medidas de seguridad ya son increíbles; se ve que no es suficiente".

Asustada, la periodista castrillonense Vanesa Parapar, a diez minutos de la torre Eiffel, mira por la ventana desde su casa: "Todo el mundo está corriendo; los distritos 10 y 11 están acordonados, tomados militarmente por los terroristas", explica. La información, que fue llegando con cuentagotas contribuyó a acrecentar su inquietud: "Al principio se dijo que había unos disparos en una cafetería, luego que heridos, dos muertos, tres, dieciocho... todo en apenas diez minutos". Y confiesa: "Estoy asustada". Su madre, que regenta un bar en Piedras Blancas se extrañó ante la llamada de su hija de noche. "No estoy enferma; hay un atentado, mamá".

"He avisado a casa"

La confusión se fue apoderando por segundos de Hugo López Martínez, praviano de 23 años que estudia en París su máster en Física. Había salido con sus amigos a tomar una cerveza y cenaba en un hamburguesería cuando las noticias escupieron los primeros datos sobre los atentados. El grupo estaba en una zona relativamente próxima, aunque al otro lado del río. "Vimos que había un tiroteo en la zona norte, luego explosiones... al final terminaron llamándome mis padres porque veían al presidente Hollande hablar por televisión".

Hugo López va caminando a casa, apretando el paso, con la voz temblorosa al otro lado del teléfono. "Íbamos a coger el metro por el centro y nos enteramos de que allí había tiros", explica. Ya está a punto de alcanzar la seguridad de su vivienda: "Ya, ya veo el edificio". Respira hondo. "Bueno, estoy más tranquilo, la verdad es que casi supe más lo que estaba pasando por mis padres". Ha estado contactando por Whatsapp con sus amigos: "Me quedo sin batería..."

Un anuncio en el metro alertando de que dos estaciones permanecían cerradas por la Policía llevó a Jacobo Velasco, de Ortiguera (Coaña) a mirar en su teléfono móvil las webs de varios periódicos. Venía con su novia, Tamara Redrueyo, de Villayón, de disfrutar de un espectáculo del "Circo del Sol". "Entonces las noticias ya hablaban de un tiroteo, y soltaban información, una tras otra. Y ya fuimos sabiendo de otras zonas, de lo que estaba pasando en el Bataclán", explica. Ingeniero de Telecomunicaciones, de 30 años, vive desde hace cinco en la capital francesa con su novia, fisioterapeuta de la misma edad. "¿Miedo? No, miedo no, pero sí inquietud. Es grave, acaba de hablar el presidente; pero ahora estamos en casa y he avisado a casa y todo está bien".

La ovetense Teresa Suárez, de 22 años, periodista que se prepara para estudiar un máster en el centro Science Pro, no deja de seguir las noticias: inquieta, va desgranando minuto a minuto a sus amigos a través de mensajes la noche de pesadilla. "Estaba en el ordenador y bajé a ver la televisión, que empezó a dar las noticias bastante tarde. Seguía retransmitiendo el partido de fútbol entre Francia y Alemania como si nada. Incluso se escucharon las explosiones y se veía por la expresión de los jugadores que algo estaba pasando", explica.

Las horas de la noche avanzan hacia la madrugada. Nadie duerme en París; la capital tiene el corazón encogido en un puño. Los teléfonos móviles entran en ocasiones en silencios estremecedores: son los barridos de cobertura que llevan a cabo los cuerpos de seguridad desde el atentado en la revista "Charlie Hebdo". Teresa Suárez teclea a alguien: "No se sabe cuánta gente ha podido morir hoy".