La canciller alemana, Angela Merkel, cumplió ayer diez años en el cargo entre el nutrido fuego de insultos cruzados que se están prodigando los socios de la coalición gubernamental a propósito de la crisis de los refugiados. La división no es sólo entre los democristianos de Merkel (CDU) y los socialdemócratas (SPD), sino, muy particularmente, entre la CDU y su partido "hermano" bávaro, la cristianosocial CSU, más conservadora y más expuesta a la crisis por la localización fronteriza de Baviera.

La división respecto a los socialdemócratas ha llevado a cancelar la reunión del Gobierno prevista para hoy, lunes, en la que se esperaba que se acordasen medidas para acelerar los procesos de petición de asilo de los inmigrantes. Como telón de fondo, la asfixia a la que está sometida la administración alemana, desbordada por una oleada de refugiados que no se ha visto debilitada en modo alguno por el enrarecido clima desatado en Europa por los atentados de París.

Polideportivos, almacenes, terminales de aeropuerto, barcos, cuarteles y colegios se reconvierten a diario en Alemania en improvisados albergues para acoger al millón de refugiados que se prevé que llegue este año al país. Una situación que está poniendo contra las cuerdas a cientos de grandes ciudades y pequeños municipios de la mayor economía europea, empezando por Berlín, Múnich y Hamburgo.

Con todo, el mayor conflicto se vivía ayer dentro de las propias filas de la CDU de Merkel, tras el incidente ocurrido el pasado viernes en el congreso que los bávaros de la CSU celebraron hasta ayer en Múnich, y en el que la canciller coincidió con el líder cristianosocial, Horst Seehofer.

Seehofer criticó abiertamente a Merkel el viernes por su negativa a establecer un límite al número de refugiados que entran en el país. Rápidamente le respondió un alto cargo de la CDU, Elmar Brok, quien calificó el comportamiento de Seehofer de "maleducado, impropio e inaceptable" en una entrevista para el medio alemán "Tagesspiegel". Además, otros miembros del partido de la canciller señalaron que el líder bávaro ha roto un tabú en cuanto a las reglas de comportamiento entre ambos partidos.

Seehofer descarta retirar sus palabras y, además, ha declarado a una cadena de televisión alemana que no podría, en buena conciencia, "contar un cuento de hadas acerca de la armonía y el consenso" cuando las diferencias entre ambos partidos se mantienen abiertas.

Al mismo tiempo, la popularidad de la canciller ha sufrido un gran descenso desde el 75% del pasado abril hasta las cifras por debajo del 50% de la actualidad. En paralelo, el apoyo al bloque CDU/CSU ha caído cinco puntos hasta llegar al 37%, aunque sigue encontrándose diez puntos por encima de los socialdemócratas.

En mitad de este panorama, tres estados celebrarán elecciones la próxima primavera, unas citas que se consideran claves de cara a las generales de 2017. Antes de llegar a ellas, Merkel debería prevenir mayores daños y lograr disminuir de alguna manera el número de inmigrantes que entran en el país, algo a lo que no parece del todo decidida.

Además, la CDU celebrará un congreso a principios de diciembre, un acontecimiento que servirá para medir el apoyo real que tiene la canciller dentro de su propio partido. "Hay miembros leales a Merkel en el CDU", declararon a Reuters fuentes cercanas a la canciller. "Este no es un partido que suela quitarse de encima a sus líderes, pero habrá un giro, habrá gente que tenga la sensación de que Merkel es ya más una carga que una ventaja", añadió la fuente.