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Los inocentes que pagan la guerra

La siria Mireille Al Farad pone voz en Oviedo a los cristianos que sufren la persecución de los islamistas y los bombardeos de Francia, EE UU y Rusia

Mireille Al Farad, ayer, en Oviedo. LAURA CARADUJE

-¿Quiénes son los buenos y quiénes son los malos?

-Aquí no hay buenos ni malos. Lo que hay que hacer es dejar de subvencionar con armas a los islamistas, no buscar enriquecerse con las guerras y fomentar la cultura de paz. Pero esa paz no llega bombardeando Siria.

A Mireille Al Farad le pellizca el alma cada tiroteo, cada persecución, cada secuestro que se produce en su país de origen. Vive desde hace cinco años en Barcelona, pero ella no olvida la pesadilla de Damasco. Allí tiene a su familia, a seres queridos "que por el simple hecho de ser cristianos están condenados a elegir entre la muerte o la vida". Pero la vida tiene un precio, salir de la tierra que les vio nacer y con las manos vacías. Sin trabajo, sin dinero, sin saber lo que les espera al otro lado del mundo. Al Farad, de 35 años, afirma que a su pueblo ya sólo le queda "orar y estar unidos". Pero, ¿rezar para qué? "Para pedir a la gente que presione a sus gobiernos y no tengan miedo a decir 'no' a las políticas exteriores que consideren injustas", responde convencida minutos antes de dar una charla en el salón de actos del Colegio de Médicos de Oviedo.

"En Siria recibimos todos los días morteros. Los tiran a la hora de entrar a trabajar, de ir a clase... El jueves 19, bombardearon el autobús del colegio donde yo estudié. Murieron niños y los que sobrevivieron estaban muy asustados. Al final, son todo intereses políticos, arreglos de cuentas entre países. Y quienes salimos perdiendo somos nosotros, gente como tú y como yo. Inocentes", rememora ante la postura adoptada por Francia tras los atentados.

-¿Y España?

-España intenta mantenerse al margen. Pero produce armas. De todas formas, creo que no debería entrar en esta guerra. Ya ve lo que pasó con Irak. Entró con sus tanques, ¿para qué? Destrozaron el país.

Al Farad habla sin paños calientes de los islamistas, pero realiza alguna precisión. "Son gente desviada y manipulada. Pero no todos los musulmanes son así. Yo tengo amigos musulmanes que son muy buenas personas".

Pese al daño que esos hombres y mujeres "desviados" han hecho en su familia, ella no les guarda odio. Al menos eso se desprende de su dulce tono de voz. Con calma, la joven cuenta que a causa de una persecución feroz perdió a su primo, de 30 años, y poco faltó para despedirse también de su tío. "Él vivía en Deir Ez-Zor, una ciudad al norte de Siria, cerca de Irak, donde hay gas. Mi tío tenía fama de ser un rico cristiano y fueron a por él, a su finca de caballos. Allí asesinaron a todos sus empleados, pese a ser musulmanes. Eran musulmanes que servían a un infiel, como dicen los islamistas. Mataron también a caballos, a perros... Mi tío lo vio todo, estaba escondido. Tuvo suerte y logró huir. Se instaló en Raqqa, pero al poco fue descubierto. Así que escapó a Damasco. Está en nuestra casa y no puede dormir. Todos los días está diciendo: '¿Escuchas? Han venido, me van a matar?'", relata.

En su testimonio no falta un recuerdo para sus más allegados. "Mis hermanos Bashar y Caroles están conmigo en Barcelona. Y mi madre, Ghadouh, también, aunque ella quiere volver. Todavía estuvo en Damasco hace dos semanas y vino horrorizada. Decía que la gente había envejecido, que sus caras no eran las mismas", explica. Su padre, Abdulluh, está en Arabia Saudí trabajando. "No puede irse de allí, porque necesita mantener a la familia. Hay que tener en cuenta que nosotros no tenemos el estado de refugiados, es decir, no recibimos ayudas", lamenta.

-¿Cómo puede ayudar Asturias a los que sí son refugiados?

-Lo primero es entender su cultura y lo segundo echarles una mano para integrarse en la sociedad. No sólo se trata de darles un asilo. La mayoría son padres de familia o jóvenes, que necesitan trabajo. Y cuando pase todo, hay que ayudarles a volver a su tierra.

Mireille Al Farad, licenciada en Empresariales y Filología Francesa, tiene la esperanza de que esta guerra acabe algún día. Tiene la esperanza de que los terroristas dejen de cubrir su tierra de sangre. Tiene la esperanza de que la paz que la revuelta árabe rompió en 2011 vuelva a Siria. Tiene la esperanza de que judíos, musulmanes y católicos puedan convivir en un mismo territorio y practicar su fe con plena libertad. Tiene la esperanza de que su tío pueda salir algún día de la cárcel en la que se ha convertido su casa... Pero para que todo ello se haga realidad, Al Farad insiste en que hace falta un compromiso global. Sobre todo, de Francia, Estados Unidos y Rusia -que son los que bombardean- y de Arabia Saudí y Qatar -que son los que subvencionan a los islamistas-. "Cuando se conciencien, esta guerra habrá acabado", sentencia.

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