Vladimir Putin y François Hollande celebraron ayer en Moscú el encuentro más esperado de la semana. Sobre todo, después de que un avión militar ruso fuese derribado el martes por cazas turcos cerca de la frontera siria. Un incidente que ha complicado aún más la ya de por sí dificultosa armonización de intereses que exige el deseo del presidente francés de lograr la unidad política para luchar contra el Estado Islámico (EI) en Siria.

Los presidentes ruso y francés acordaron coordinar el trabajo de sus militares en el país árabe para combatir al EI y a otros grupos yihadistas, pero no a la oposición moderada al régimen de Bachar al Asad. Y Putin se mostró dispuesto a cooperar con la coalición internacional que lidera Estados Unidos.

"Hemos acordado que en breve nos coordinaremos tanto en el plano bilateral como en el de la coalición liderada por EE UU, en general", dijo el mandatario ruso en rueda de prensa conjunta tras la reunión en el Kremlin.

Putin precisó que "se trata de definir los territorios en los que se pueden lanzar ataques y en los que es mejor abstenerse" de hacerlo. A lo que Hollande agregó que "los ataques contra el EI se intensificarán" de manera coordinada con Rusia "con el fin de aumentar su eficacia".

Adelantó que Francia centrará sus ataques en los yacimientos de petróleo controlados por el EI y los convoyes que transportan crudo desde Irak a otros países, a través de Siria, principal fuente de financiación de los yihadistas.

Eso sí, sobre la permanencia en el poder del dictador sirio, estrecho aliado de Moscú, Putin y Hollande no mostraron coincidencia alguna. El francés dejó claro que Al Asad no puede jugar ningún papel en el futuro de Siria, mientras que el ruso señaló que "el Ejército del presidente Asad y él mismo son aliados naturales en la lucha contra el terrorismo".

Entre tanto, por segundo día consecutivo, Rusia y Turquía siguieron marcando con tensas declaraciones el deterioro de su relación bilateral, causado por el derribo de un cazabombardero ruso Su-24 por F-16 turcos.

La primera represalia rusa consistió en anunciar que el Gobierno ha encargado aumentar los controles a los suministros de productos agroalimentarios procedentes de Turquía.

De su lado, el Ministerio turco de Exteriores convocó al embajador ruso, Andrei Karlov, para protestar contra las agresiones sufridas tanto por la legación turca en Moscú como por empresarios turcos de visita en el país.

Paralelamente, Putin exigió a Turquía disculpas y castigo a los responsables del derribo del Su-24 y sugirió que Ankara "parece estar empujando las relaciones (bilaterales) a un punto muerto".

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, respondió que, en todo caso, es Rusia quien debe disculparse y exigió a Putin que demuestre sus acusaciones de que su país compra petróleo a los yihadistas.

Sobre el terreno, Moscú aseguró haber eliminado a todos los "terroristas" que operaban en la zona del derribo. El Observatorio Sirio de DD HH informó de la muerte de cinco personas por un ataque de aviones rusos cerca de frontera sirio-turca.