Venezuela encara hoy domingo las elecciones más importantes de los últimos años. Por primera vez desde que Hugo Chávez llegó al poder, la oposición tiene una oportunidad real de adueñarse de la mayoría en la Asamblea Nacional, un primer paso que podría precipitar el fin del dominio rojo también en el Palacio de Miraflores, sede de la presidencia encabezada por Nicolás Maduro.

Unos 19,5 millones de venezolanos están llamados a las urnas para elegir a los 167 diputados que forman un parlamento unicameral gobernado en los últimos 16 años por el Gran Polo Democrático, que reúne a los partidos del oficialismo.

Casi todas las encuestas auguran una victoria de los aspirantes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), la coalición opositora que desafía al 'chavismo', con una horquilla de entre el 15% y el 35% de los votos, un escenario nunca visto desde 1999. Inédito es también el alto número de indecisos (20%) y de independientes (40%) respecto a anteriores contiendas electorales, sobre todo porque en éstas acabaron sumándose al 'chavismo' y ahora se muestran más críticos.

La euforia inicial en la MUD ha ido desinflándose a medida que avanzaba una campaña electoral en la que Nicolás Maduro ha conseguido recuperar 11 puntos desde los históricos niveles de popularidad -a la baja- que ha arrastrado estos meses, de un 20%. Desde el gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se han mostrado seguros de que una vez más el pueblo les premiará con su confianza para una nueva legislatura de cinco años para seguir forjando "la patria chavista".

Esta vez, si la MUD quiere pasar de las victorias morales al "cambio" que ha prometido a los venezolanos para reconducir la grave crisis económica y social, ni siquiera le servirá con ganar en votos y escaños. La mayoría simple (84 diputados) permitiría a la oposición tomar el control de la Asamblea Nacional con la designación de su cúpula directiva y la aprobación de leyes ordinarias, lo que incluiría una amnistía para liberar a los "presos políticos", entre ellos Leopoldo López.

También podría ejercer un leve control institucional proponiendo un voto de censura contra vicepresidente y ministros e incluso un juicio político contra Maduro, pero para que estas iniciativas prosperaran la MUD necesitaría el apoyo del resto del Parlamento o del Tribunal Supremo.

La mayoría cualificada (más de 100 escaños) ampliaría las perspectivas de la oposición porque podría no solo proponer, sino además aprobar una moción de censura contra vicepresidente y ministros. El mejor escenario para la MUD es, sin duda, el de la mayoría de dos tercios. Con esta cifra mágica controlaría la aprobación de leyes ordinarias y orgánicas, así como tratados internacionales, y podría promover la remoción de magistrados.

El reparto de escaños en la Asamblea Nacional será determinante además para la comodidad -e incluso la continuidad- de Maduro en el Gobierno porque la MUD podría impulsar desde enmiendas constitucionales hasta el temido refrendo revocatorio.

La mayoría simple daría vía libre a la oposición para enmendar la Constitución, aunque no en lo fundamental. Para ello necesita inevitablemente los dos tercios con los que podría convocar una Asamblea Constituyente para rediseñar el Estado desde sus cimientos.

A medio plazo -2016, justo en el ecuador del mandato de Maduro- se avista el refrendo revocatorio como una espada de Damocles que, para que caiga, requiere los dos tercios de la Asamblea Nacional y, eso sí, el filtro de la consulta popular.

Aunque el nuevo panorama legislativo permitiera a Maduro llegar a 2019, la MUD podría complicarle los próximos tres años porque la Ley Habilitante que le concede poderes especiales -casi absolutos- expira el 31 de diciembre.