El movimiento de los indignados franceses ("Nuit debout", Noche en pie) sigue extendiéndose por Francia once días después de comenzar en la plaza de la República parisina el pasado 31 de marzo como remate a una jornada de protestas contra el proyecto de reforma laboral del Gobierno socialista.

El sábado por la noche unas 300 personas abandonaron la concentración en la céntrica plaza parisina para dirigirse al domicilio del primer ministro, Manuel Valls, ante el cual pretendían concentrarse para "tomar un aperitivo". No obstante, la Policía se lo impidió, lo que dio lugar a duros enfrentamientos con los agentes, que respondieron con gases lacrimógenos al lanzamiento de objetos contundentes por parte de los manifestantes. Ocho personas fueron detenidas. Estas escenas de violencia fueron condenadas ayer por una parte de los congregados en la plaza de la República, que insistieron en el carácter pacífico de un movimiento que se inspira en el 15-M español y cuenta con la asesoría de personas que participaron en esa movilización, así como de miembros de Podemos.

La movilización frente a la residencia de Valls -que no se encontraba en ella, por estar de viaje en Argelia- se produjo tras otra jornada de protestas contra la reforma laboral, la sexta, que registró un descenso del número de manifestantes en las calles. Según las autoridades, los manifestantes fueron 120.000 en 200 ciudades, frente a los 400.000 que lo hicieron el 31 de marzo. Los organizadores, que habían fijado la protesta en sábado para ganar poder de convocatoria, declinaron dar cifras pero reconocieron el descenso respecto al día 31, en el que aseguraron que 1,2 millones de personas se habían movilizado.

La protesta del sábado estuvo marcada por episodios de violencia, atribuidos a radicales incontrolados, que adquirieron particular violencia en Rennes, la capital bretona, y se saldaron con 26 detenidos en el conjunto del país.