El rechazo de la izquierda -incluidas algunas decenas de diputados socialistas-, la derecha, el centro, la patronal, los sindicatos y los estudiantes -cada uno por sus propias causas- a la ley de reforma laboral del Gobierno francés está minando profundamente la poca salud política que le queda al presidente Hollande, cuyo respaldo en las encuestas apenas rebasa el 15% a un año de los comicios presidenciales.

El daño se acrecentó ayer al recurrir el primer ministro, el socialista Manuel Valls, al artículo 49.3 de la Constitución para aprobar el polémico texto, que ya ha causado cuatro grandes jornadas de protestas populares y ha servido de catalizador para que surja en Francia el movimiento de indignados conocido como "La Nuit Debout" (La Noche en Pie).

Valls decidió adoptar la vía del artículo 49.3 al constatar que las defecciones socialistas impedirían la aprobación del proyecto en la Asamblea Nacional. En la sesión de control al Gobierno, el primer ministro explicó que opta por ese instrumento "porque la reforma debe adoptarse, el país debe avanzar y las relaciones salariales y los derechos de los trabajadores deben progresar". El "premier" ya recurrió a esa vía el año pasado para sacar adelante la ley de liberalización económica, conocida como "ley Macron", por el apellido del ministro de Economía.

Recurrir al artículo 49.3 implica que el proyecto queda aprobado, en primera lectura, en la Asamblea, a menos que la oposición presente una moción de censura en menos de 24 horas, algo que la derecha y el centro hizo ayer mismo. En caso de que mañana, jueves, la moción sea aprobada, el Gobierno tendrá que dimitir de inmediato. Los máximos dirigentes de los socialistas, que cuentan con 288 diputados, a uno de la mayoría absoluta, expresaron ayer su confianza en que la disidencia en sus filas no llegue al punto de dejar caer al Gobierno.

Si Valls supera la moción de censura, la reforma laboral pasará al Senado, en segunda lectura, donde la derecha, que tiene la mayoría absoluta, introducirá reformas que obligarán a que el texto vuelva a la Cámara baja. Una vez en ella, el Gobierno puede volver a acogerse al 49.3.

El primer ministro francés defiende la reforma asegurando que crea nuevos derechos para los empleados y flexibiliza el mercado laboral, pero sus detractores ven en ella un paso atrás, según los sindicatos, o un paquete de medidas inútiles, según la oposición, para revertir una tasa de paro que rebasa el 10%, todo un umbral psicológico en Francia.