Frío, calculador y con una gran experiencia política, Michel Temer ha sabido aprovechar el poder que tejió entre bastidores durante décadas para saltar a la Presidencia de Brasil y sustituir a quien fuera su aliada y le abriera las puertas del Gobierno, Dilma Rousseff.

Abogado constitucionalista, católico y descendiente de una familia de origen libanés, apenas arrastra el 3% de intención de voto, según las encuestas, pero ha jugado hábilmente sus cartas para ocupar, de momento de forma interina, el sillón de Rousseff.

A sus 75 años, el líder del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el más importante del país, asumió ayer el poder y tendrá amplio apoyo en el Congreso, incluso para aprobar reformas constitucionales, pero su respaldo dependerá de que muestre resultados rápidamente, según los analistas.