El primer ministro de Francia, Manuel Valls, superó ayer una doble moción de censura: en el Parlamento y en la calle. Y ambas a causa de su controvertida reforma laboral, que entró en vigor automáticamente al fracasar la reprobación a su Gobierno promovida por la derecha y el centro. No obstante, Valls salió victorioso por sólo 42 votos: los que le faltaron a sus detractores para alcanzar la mayoría absoluta (289).

La de ayer fue la tercera moción de censura que supera Valls, pero la primera que suma tantos votos en su contra. Y eso que el miércoles se libró por los pelos de recibir otra a iniciativa de los disidentes de su propio partido, el Socialista (PS), que ayer optaron por no suscribir la que presentó el centro-derecha. Algo que sí hicieron algunos diputados ecologistas y la mayor parte de los neocomunistas.

Así las cosas, a Valls se le presenta un complicado último año de legislatura. Sin embargo, ni él ni el presidente, François Hollande, parecen dispuestos a ceder, pese a la pérdida palmaria de apoyos en el Parlamento y a la incesante contestación en la calle a su proyecto de reforma del mercado laboral, que critica la derecha, por tibio, y el ala más izquierdista del PS por todo lo contrario. Para estudiar la situación de estos diputados, la dirección del PS convocó a su comité de ética , pero todo apunta a que no serán expulsados, dado que el Gobierno precisa su apoyo para otros proyectos.

Entre tanto, los sindicatos convocaron una nueva jornada de protestas, pero esta vez con menor participación que otras veces: 55.000 personas en todo el país, según el Ministerio del Interior.