Austria celebra mañana las elecciones presidenciales más importantes de las últimas siete décadas, en las que no sólo se decide quién ocupará este cargo eminentemente protocolario sino que se medirá el auge de los ultranacionalistas e incluso puede abrir la puerta a un cambio de Gobierno.

Tras ganar la primera vuelta el pasado 24 de abril, con el 35 % de los votos, Norbert Hofer aparece como el candidato con más opciones para hacerse con la jefatura del Estado y confirmar el ascenso de su partido, el euroescéptico y ultranacionalista FPÖ. Su contrincante es Alexander Van der Bellen, antiguo líder del partido ecologista Los Verdes, que en la primera vuelta quedó segundo con el 21,3 % de los votos.

El inesperado triunfo de Hofer causó un terremoto político de tal magnitud que provocó la caída del canciller federal y líder socialdemócrata, Werner Faymann. Los candidatos del Partido Socialdemócrata y del Partido Popular , socios en la "gran coalición" de Gobierno, recibieron un irrisorio 11 % de votos. Quedó confirmada así la caída en picado de popularidad de los dos grandes partidos que han dominado la política austríaca desde 1945. Los socialdemócratas se apresuraron a buscar a un nuevo jefe de filas y canciller, Christian Kern, que es visto como un gestor moderno, alejado de la maquinaria del partido y con capacidad de unir los valores sociales con una política económica empresarial. Un recambio para intentar frenar el malestar de gran parte de la población con los dos grandes partidos, su monopolio del poder y la incapacidad de poner en marcha grandes reformas.