Un total de 144.006 votos. Ese es el estrecho margen que le sacó ayer el candidato ultranacionalista Norbert Hofer a su rival progresista, Alexander Van der Bellen, en las elecciones presidenciales austríacas. Tan estrecho que el ganador solo se sabrá hoy, cuando se cuente el voto por correo.

Los medios nacionales e internacionales llevaban semanas hablando de la polarización de Austria, pero la división ha llegado al punto de dividir matemáticamente al país.

El mensaje de "los austríacos primero", el cierre de fronteras a los extranjeros y el "social-patriotismo" de Hofer han convencido al 51,9 por ciento de los austríacos.

Van der Bellen, un intelectual de izquierdas de 72 años, se ha ganado el apoyo del otro 48,1 por ciento de votantes con su mensaje europeísta, de apertura a los refugiados y su imagen de hombre moderado y tolerante.

Aunque el recuento del voto en urna ha dado la victoria a Hofer, el resultado no podrá determinarse hasta que hoy se hayan contado los 900.000 votos enviados por correo y que suponen un porcentaje récord del 14 por ciento del censo electoral.

Ya en la primera vuelta electoral, el pasado 24 de abril, el voto a distancia acortó en 2,2 puntos, a favor de Van der Bellen, la distancia entre los dos aspirantes, que quedaron en los dos primeros lugares de un total de seis candidatos.

Ahora, con solo dos aspirantes, más voto por correo y la expectativa de que estas papeletas beneficien principalmente al ecologista, se espera que el ganador quede definido por unas decenas de miles de votos.

"Ninguno de nosotros deseaba esto. Los dos querríamos haber dormido bien esta noche", resumió el candidato ultranacionalista lo apretado del resultado.

Esta ronda definitiva, la primera en la historia de Austria de la que han quedado excluidos el Partido Socialdemócrata y el Popular, socios en la gran coalición de Gobierno, ha reflejado la clara división social, geográfica e ideológica del país.

Van der Bellen gana en las grandes ciudades, entre las mujeres y entre los austríacos más formados. Hofer puntúa en el campo, entre los hombres, los jóvenes y, paradójicamente, entre las clases trabajadores y los barrios obreros, que tienen la sensación de que la socialdemocracia, y la izquierda en general, les ha abandonado.