La pasada semana ha registrado una intensificación, en número y potencia, de los grandes atentados del grupo yihadista Estado Islámico (EI). Este refuerzo de la actividad terrorista se produce, dos años después de la proclamación del "califato" en momentos en los que el dominio del EI sobre sus territorios de Siria, Irak y Libia se debilita de modo considerable como consecuencia del castigo al que son sometidos por la coalición internacional liderada por EE UU, en combinación con fuerzas kurdas -en Siria e Irak- y con efectivos locales.

El pasado martes por la noche fue el turno del aeropuerto internacional Atatürk, el principal de Estambul y undécimo del mundo, con 60 millones de viajeros anuales. Tres suicidas dispararon sobre la gente y luego se hicieron saltar por los aires, matando a 45 personas e hiriendo a 239.

El viernes por la noche le llegó el turno a Dacca, la capital de Bangladesh, donde un grupo al menos siete atacantes asaltó un céntrico restaurante frecuentado por extranjeros, tomó varias decenas de rehenes y mató a 28 de ellos, entre los que figuraban nueve italianos y siete japoneses. Ayer, el objetivo fue un distrito chií de Bagdad.