Las potencias que recibieron buenas palabras del presidente electo de EE UU, Donald Trump, durante la campaña siguen haciéndole guiños en respuesta a su victoria electoral. Ayer fue el turno del presidente sirio, el dictador Bachar al Asad, cuya permanencia en el poder ha sido defendida con tesón por el magnate en los últimos meses, en contra de la posición adoptada por la administración Obama.

Al Asad se mostró dispuesto a cooperar con el nuevo presidente de EE UU si mantiene su promesa electoral, dijo, de combatir el terrorismo en Siria. Asad engloba bajo el término terrorista a todas las fuerzas, laicas o salafistas, que se le oponen en la guerra civil que ensangrienta a su país.

Con todo, el dictador sirio se mostró cauteloso. "No tenemos muchas expectativas, porque la Administración estadounidense no es sólo el presidente", declaró. "Por supuesto, esto es prometedor, pero ¿podrá hacerlo? ¿Qué hay del equilibrio de poderes? ¿Y de la corriente mediática? Por eso tenemos dudas", reflexionó antes de anunciar que concederá dos meses a Trump para comprobar si de verdad combate el terrorismo y se convierte en "un aliado natural de Rusia e Irán".

Desde Francia, fue la líder del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen, la encargada de anunciar que, si gana las elecciones de mayo próximo, promoverá una alianza con la Rusia de Putin y los EE UU de Trump, porque "sería buena para la paz mundial".