Una semana, la que va de ayer al próximo domingo, es el tiempo concedido a las bases de la derecha francesa para decidir a qué ex primer ministro eligen como candidato para las presidenciales de 2017. Algo que equivale a decir, vista la baja cota que tiene la izquierda gala en los sondeos, que la persona escogida será la llamada a pasar a la segunda vuelta presidencial de mayo en compañía de la ultra Marine Le Pen. En otras palabras, sobre sus espaldas derechistas recaerá el esfuerzo de evitar que Le Pen se haga con el palacio del Elíseo.

Las opciones que se les presentan a los militantes y simpatizantes de la derecha son dos. La primera es "thatcheriana" y la encarna el ex "premier" de Sarkozy entre 2007 y 2012 François Fillon, un diputado neoliberal en economía y muy conservador en lo social. La segunda es más moderada, en los dos ámbitos, y la encarna el "ex premier" con Jacques Chirac entre 1995 y 1997, Alain Juppé, actual alcalde de Burdeos.

Fillon, de 62 años, la gran sorpresa, y Juppé, la gran decepción, de 71, fueron los dos clasificados a la cabeza de la primera ronda de primarias celebrada por la derecha este pasado domingo. Una elección sin otro precedente en Francia que las primarias socialistas de 2011 en las que se eligió como candidato a François Hollande, el actual presidente francés. Votaron más de cuatro millones de personas -doblando el número de socialistas que participó en la elección de Hollande- y se impuso Fillon, con el 44,1% de los votos, seguido de Juppé, con el 28,6%.

El expresidente Sarkozy, tercero con un 20,6 %, quedó eliminado, enterrando así su segunda y efímera vida política, comenzada hace apenas año y medio, en mayo de 2015, cuando se hizo con la presidencia de la UMP, el principal partido de la derecha, que rebautizó como Los Republicanos. Hasta hace unas pocas semanas, Sarkozy figuraba en todas las quinielas como uno de los dos candidatos que, el domingo, debían lograr el pase para la segunda ronda.

El otro, el ganador in pectore, era Juppé, el hombre que arrostró un condena de 14 meses de cárcel y un año de inhabilitación en 2004 por el caso de los empleos ficticios de París, del que, en última instancia era responsable el por entonces alcalde de la capital y luego presidente francés, Jacques Chirac. Juppé no fue a la cárcel, pero tuvo que alejarse un año de la política.

La estrella ascendente de Fillon, que hasta hace nada apenas valía un 10% en las encuestas, acabó por pulverizar a Sarkozy y relegar a Juppé a un segundo puesto que, habida cuenta de que Sarkozy ha pedido a su 20% de seguidores el voto para Fillon, lo deja casi fuera de juego. Ya el pasado viernes, el último de los tres debates televisivos entre los siete candidatos -cuatro de ellos convidados de piedra- hizo saltar todas las alarmas. Por primera vez los televidentes encuestados tras la emisión estimaban que Fillon era con toda claridad el ganador.

Sólo quedan unos días para saber si Fillon, a quien Sarkozy llamaba despectivamente "mi colaborador" cuando era jefe de Gobierno, sigue subiendo los escalones que conducen a la púrpura presidencial. Sus propuestas de austeridad son radicales: 110.000 millones de recortes, frente a los 80.000 de Juppé; 500.000 funcionarios menos, frente a los 200.000 de su rival; semana laboral pactada entre empresario y trabajadores, con un máximo de 48 horas, frente a las 39 de Juppé; jubilación a los 65 años cuando está en 62; 40.000 millones de exenciones fiscales a las empresas; rebaja del impuesto de sociedades hasta el 25%, y subida del IVA en un 2% para compensar esos estímulos. A cambio, promete reducir el paro en cinco años desde el 10,2% actual hasta el 7% y convertir a Francia en la primera economía de Europa en diez años. Una cura de caballo para sanar a un país que lleva dos décadas momificado.