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La vuelta a Fidel en 21 horas

Los presidentes regionales Trevín y Areces y el alcalde ovetense De Lorenzo conocieron de primera mano en La Habana la curiosidad infinita del comandante

La vuelta a Fidel en 21 horas ELOY ALONSO

Cinco horas con Trevín, siete horas con Areces, nueve horas con De Lorenzo. En los últimos años y a través de dos presidentes regionales y de un alcalde de su capital, Asturias mantuvo una conversación de veintiún horas con Fidel Castro en la que el comandante cubano mostró siempre una curiosidad sin límites y una capacidad de conversador de largo fondo capaz de derrotar al más locuaz.

Areces perdió el avión y Gabino ganó pelo. En el primer caso, no fue por culpa de Castro sino por el huracán "Michelle" que al día siguiente, el lunes 5 de noviembre de 2001, le impidió viajar a México y le obligó a permanecer en La Habana. En el segundo, los responsables de cubrir con una mata de pelo el "cartón" del hoy Delegado del Gobierno en la foto oficial del encuentro fue el departamento de retoque fotográfico del diario "Gramma".

De Lorenzo salió, además, con una receta para preparar la langosta. El cocinero y Castro explicaban los pasos y la mujer del alcalde, Rita María Álvarez, tomaba notas a mano. El comandante rubricó el manuscrito con un "Doy fe", la firma y la fecha, era el 10 de mayo del año 2000. Ahí, mientras el cocinero detallaba los pasos a seguir, fue cuando Castro hizo un guiño a De Lorenzo y le dijo: "Entrar en los detalles es importantísimo".

Esa obsesión por saberlo todo, cuantificar y conocer las situaciones se repitió en todas las entrevistas que mantuvo con representantes institucionales asturianos. Y casi siempre había un tema recurrente. La agricultura, la ganadería, la leche. Fue célebre, en la reunión con Areces, el interrogatorio al que sometió al entonces director del Instituto de Fomento Regional, Carlos García Morilla, interesado por la calidad aplicada a la producción agroalimentaria hasta llegar a la pregunta de cuál era la cantidad exacta de grasa que tenía la leche asturiana.

Con Gabino de Lorenzo también se habló de vacas, pero trascendió lo de los vinos. A Gabino de Lorenzo y a su comitiva, integrada por esposa, hijos, novias de éstos y unos amigos, el mandatario cubano les dio a probar tres vinos de Ribera del Duero que habían costado diez, treinta y sesenta dólares, respectivamente. Todo, para concluir con otro de sus consejos: "Es mejor beber vinos de diez dólares, porque ni el de treinta es tres veces mejor ni el de setenta, siete veces mejor".

El gran conversador también improvisaba y metía la pata. Con Areces alguien citó la ciudad de Gijón y el comandante salió rápido a mostrar sus conocimientos sobre la madre patria:

-Ah, sí, de donde el turrón.

-No, presidente, eso es Jijona, en Alicante- explicó Areces.

-¿Y Alicante dónde está?

-En el Levante español.

-Ah, miren, uno nunca deja de aprender cosas nuevas y corregir sus conocimientos.

Las entrevistas con Areces y De Lorenzo fueron sendas cenas en el Palacio de la Revolución. Con Antonio Trevín la charla también se alargó, cinco horas, pero tuvo un carácter más técnico, puesto que se firmó un protocolo para que técnicos del Principado asesoraran a Cuba en materia medioambiental y elaboraran un plan de recogida de basuras para La Habana.

Dicen en la isla que las cenas con Fidel Castro no se tratan, simplemente suceden. Y aunque en el caso de Areces se rumoreaba que el encuentro podría suceder, en el caso de De Lorenzo el anuncio de una cena con el comandante pilló por sorpresa a la comitiva ovetense. En los dos casos fue el vicepresidente "Gallego" Fernández, de origen asturiano, el enlace encargado de avisarles de que el encuentro iba a suceder. "Gabino, ponte un saquito que tú y tu familia estáis invitados a cenar con el presidente". Esa fue la llamada de "Gallego" Fernández que Gabino de Lorenzo recibió a las ocho de la noche en el hotel. La cena se alargó hasta las siete de la madrugada. Amanecía en La Habana y mientras De Lorenzo se despedía del comandante, Fidel Castro se disponía a despachar con los suyos. "No sé cómo se las arreglan sus ministros, pero a esa hora empezaban su jornada de trabajo", comentó el entonces alcalde de Oviedo. Con Areces la sobremesa se cerró a las cuatro de la madrugada y el intercambio de regalos: el libro "Viajeros románticos en Asturias" y una marina de los cincuenta de parte de Castro.

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