Hartos del goteo de escándalos de corrupción que azota al país desde hace meses, decenas de miles de brasileños protestaron ayer en las principales ciudades del país para exigir medidas que pongan fin a esta situación y para defender las investigaciones en curso, que consideran amenazadas por el Gobierno.

El detonante de las protestas fue un polémico proyecto de ley contra la corrupción, que aún debe aprobar el Senado, y las detenciones de algunos primeros espadas de la política brasileña, como los dos últimos gobernadores de Río de Janeiro. Ante tal panorama, 399.000 brasileños, según los organizadores, dejaron a un lado las diferencias ideológicas y se unieron para exigir la retirada del proyecto de ley y defender la independencia de las instituciones que combaten la corrupción.