Alexander Van der Bellen, un economista e intelectual de 72 años, además de antiguo líder del partido ecologista Los Verdes de Austria, se impuso ayer en la repetición de las elecciones presidenciales frente al ultranacionalista Norbert Hofer. Van der Bellen obtuvo un 53,3% de los votos, frente al 46,7% de su rival. Para muchos analistas, es un político que representará muy bien las funciones de la presidencia austríaca, un cargo protocolario pero imbuido de prestigio y visto como una referencia ética.

El presidente electo austríaco consiguió dar la vuelta a los sondeos y superar lo que parecía una atmósfera propicia para el triunfo del mensaje populista de Hofer, tras el triunfo del "brexit" en junio pasado en el Reino Unido y la victoria electoral del republicano Donald Trump en Estados Unidos. El resultado viene a calmar a los socios de la Unión Europea (UE), temerosos de que la extrema derecha se instalase en la jefatura del Estado austríaca.

Tras conocer el triunfo electoral, Alexander Van der Bellen, afirmó que su victoria demuestra que "se pueden ganar unas elecciones con un mensaje proeuropeo". "Los resultados de estos comicios son una señal de que mis posiciones proeuropeas son compartidas por la mayoría de los votantes", declaró

Frente a él, el jefe del ultranacionalista y populista Partido Liberal de Austria (FPÖ), Heinz-Christian Strache, atribuyó su derrota a "una campaña masiva del sistema" en contra de su candidato."El miedo a Hofer, quien era el candidato del cambio, tuvo su resultado", afirmó el líder del FPÖ.

Van der Bellen, el nuevo presidente, es un político que no encaja del todo dentro de los estereotipos del ecologista clásico. Hijo de una estonia y de un ruso de origen holandés que escaparon de la revolución bolchevique en Rusia en 1917 para radicarse en el Tirol austríaco, Van der Bellen nació el 18 de enero de 1944 y vivió allí hasta los 33 años, antes de trasladarse a Viena, donde hizo carrera, primero en el mundo académico y luego como político.

Antiguo decano de la Facultad de Ciencia Económicas de Viena, el nuevo jefe del Estado de Austria siempre fue muy valorado entre el electorado por su honestidad. Su forma poco convencional de argumentar y debatir en público podría estar relacionada con su decisión de entrar en política a los 50 años de edad.

Padre de dos hijos y casado desde este año en segundas nupcias, Van der Bellen tiene fama de personaje que no encaja del todo dentro de los estereotipos de un político ecologista clásico.Nunca se le ha visto andar en bicicleta, por ejemplo, además de que en el pasado declaró su amor por los coches potentes y sigue siendo un fumador empedernido.

Europeísta convencido y antiguo militante socialista, Van der Bellen habla de Heinz Fischer, presidente austríaco hasta julio de este año, como de su modelo a seguir. Busca cumplir con el perfil de un jefe de Estado que representa dignamente al país en el extranjero y que internamente mide, de forma discreta pero firme, entre las fuerzas políticas del país.

Para alcanzar el triunfo, Van der Bellen tuvo que superar un proceso que comenzó el pasado 22 de mayo, con su primer intento de ganar la presidencia del país y cuando se impuso por apenas 0,6 puntos porcentuales ó 31.000 votos.El resultado fue invalidado poco después por el Tribunal Constitucional por irregularidades formales en el recuento de votos. Un defecto en el pegamento de los sobres de los votos por correo impidió su validación y obligó a los austriacos a volver a las urnas.