Primer día de la "era Trump" y primer decreto para liquidar el legado de Barack Obama. El nuevo presidente de Estados Unidos, sentado por primera vez a la mesa del Despacho Oval, firmó el viernes por la noche (madrugada de ayer en España) una orden ejecutiva para empezar a demoler la reforma sanitaria, que los republicanos conocen, despectivamente, como "Obamacare". Pero hizo más: la agenda aislacionista y populista que expuso en su discurso inaugural, en el que no llamó a salvar la brecha polarizadora que su triunfo ha abierto en el país y únicamente se dirigió a sus votantes, se tradujo en una radical e inmediata modificación de las prioridades de la Casa Blanca, tal como constan en la web de la sede presidencial.

Donde antes eran objetivos irrenunciables la lucha contra el cambio climático, la defensa de la diversidad sexual y la liberalización del comercio mundial, ahora reza la promesa de "reconstruir" el Ejército y desplegar un escudo antimisiles nacional para proteger a Estados Unidos de la amenaza de países "como Corea del Norte o Irán". La idea de Trump es que "ninguna otra nación supere la capacidad militar" de EE UU, cuyas Fuerzas Armadas son "la mayor fuerza militar del mundo y los guardianes de la libertad estadounidense".

Y para servir mejor a los veteranos, promete que reformará el departamento que se ocupa de sus asuntos y despedirá "a todos los corruptos e incompetentes funcionarios" que los "han dejado de lado". Trump hizo oficial el viernes que el 20 de enero, cuando toman posesión los presidentes de EE UU, será el Día Nacional del Patriotismo. Una efeméride que la Constitución de 1787, vía enmienda, ya señala que debe celebrarse ese día.

Otras prioridades del nuevo mandatario norteamericano son "el desarrollo de las capacidades defensivas y ofensivas del comando cibernético"; "aumentar el número y la eficacia de los agentes policiales" y blindar ante todos los tribunales, sean del rango que sea, el derecho de los estadounidenses a portar armas; además de las ya conocidas de deportar a los ilegales que tengan antecedentes penales y construir un muro en la frontera con México para "frenar la inmigración ilegal" y la "lluvia de drogas" procedente del país azteca.

Pero el hito de Trump en sus primeras horas de mandato fue la firma del primer decreto para liquidar la reforma sanitaria de Obama, que ha proporcionado cobertura sanitaria a más de veinte millones de estadounidenses. Consciente de lo que supone acabar con esa legislación, Trump ya no habla simplemente de derogar el "Obamacare", sino de sustituirlo por otro sistema "más eficaz". ¿Cuál? No se sabe.

Lo que sí se sabe es que el decreto en el que ayer estampó su firma faculta a las agencias federales para "aliviar las cargas" del sistema sanitario implantado por su predecesor, es decir, a ignorar su normativa mientras el Congreso, de mayoría republicana, se apresta a legislar de nuevo sobre la materia.

En el capítulo del empleo, el magnate promete que creará 25 millones de puestos de trabajo en los próximos diez años, gracias a unas políticas económicas que llevarán el PIB a un crecimiento anual del 4%. Sobre todo, gracias a una reforma fiscal "procrecimiento" que se traducirá en la bajada de "cada uno de los impuestos" que pagan los estadounidenses, "simplificará" el código fiscal -que califica de "desactualizado, complejo y pesado"- y "reducirá el impuesto de sociedades, que es uno de los más altos del mundo".

En esas primeras horas también juraron sus cargos ante el vicepresidente, Mike Pence, los generales retirados James Mattis y John Kelly, que habían sido nominados por Trump para ocupar las secretarías de Defensa y Seguridad Nacional, respectivamente. Ambos fueron los dos primeros secretarios confirmados por el Senado (el viernes mismo por la tarde).

"Estos líderes excepcionalmente calificados empiezan inmediatamente la gran tarea de reconstruir nuestro Ejército, defender nuestra nación y asegurar nuestras fronteras. Estoy orgulloso de que estos dos héroes se unan a mi administración", dijo Trump en un comunicado, en el que además reclama a los senadores que acaten "su obligación constitucional" de confirmar "sin más demora" al resto de los designados para completar su Gobierno. Y es que algunos de ellos, caso de Jeff Sessions, que se encargaría de Justicia, pueden tener más dificultades que Mattis y Kelly para obtener el plácet de la Cámara alta.

A media tarde, el nuevo portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, anunció que el Presidente visitaría ayer la sede de la CIA para "dar las gracias a los hombres y mujeres de la comunidad de inteligencia", algo que esperaba hacer con "entusiasmo".

La visita, la primera de Trump a una de las grandes agencias federales, no es casual. Cuando aún era presidente electo, el magnate tuvo sus más y sus menos con la CIA y la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), al negarse a dar crédito a un informe en el que los dos organismos de inteligencia -y también el FBI- concluían que Rusia lanzó una serie de ciberataques contra el Partido Demócrata para ayudarle a ganar las elecciones. Trump se resistió hasta el 11 de enero, pero tuvo que ceder, ante el riesgo de que sus votantes pensaran que se había confabulado con el enemigo.