François Fillon no se retira. Pese al escándalo de los empleos ficticios que atribuyó a su esposa y a dos de sus cinco hijos, pese a las deserciones en su campaña y las decenas de cargos del centro-derecha que le han pedido que abandone, no piensa dar su brazo a torcer. El ex primer ministro se siente respaldado por las 40.000 personas (según la Policía, según la organización, 200.000) que ayer consiguió reunir en el Trocadero y piensa que una candidatura "improvisada a cincuenta días de las elecciones conduciría al fracaso".

No lo ven así los barones de Los Republicanos. Uno de los más destacados, Christian Estrosi, prefiere asumir ese posible fracaso que "conducir a los militantes y electores a un suicidio colectivo". Es decir, favorecer una victoria de la ultra Marine Le Pen manteniendo como aspirante al Elíseo al acorralado Fillon.

Estrosi es partidario de ofrecer al ex primer ministro una salida "digna" que no le "humille". Le será presentada "en las próximas horas", dijo el presidente del Consejo Regional de Provenza-Alpes-Costa Azul, pero "es imprescindible una opción diferente", sentenció.

Del caso de Fillon todavía desvelaba ayer "Le Journal du Dimanche" que en 1998 rebajó el sueldo a la asistente parlamentaria que tenía en ese momento como diputado, Nathalie Blin, para contratar a su mujer. Penelope Fillon rompió ayer su silencio para revelar, en esa misma publicación, que hacía "tareas muy variadas" para su marido, entre ellas la de "ayudarle en su relación de cargo electo con la gente".

Con todo, y según un sondeo publicado ayer por "Le Journal", un 71% de los franceses quiere que Fillon se retire de la carrera al Elíseo antes de que el juez que instruye su sumario decida el próximo día 15 sobre su imputación, que se da por segura.

Intentando mostrarse ajeno a todo ello, el exjefe de Gobierno denunció en el Trocadero las "traiciones" y "la deserción asumida sin vergüenza y también sin orgullo". Y aseguró que ha hecho su examen de conciencia en unas circunstancias que no desea a nadie, y que ahora corresponde hacer lo mismo a los responsables de la derecha y del centro.

Porque, según su análisis, "la caza al hombre", de la que dice ser objeto, más allá de querer perjudicarle personalmente, lo que busca es "romper la derecha, robarme el voto".

Más tarde, en una entrevista que concedió al canal France 2, se reafirmó en su posición numantina: "Nadie puede impedirme ser candidato". No obstante, está "dispuesto a dialogar" y hoy escuchará lo que tengan que decirle los barones de su partido. Pero insistió en que la decisión será suya.

Después se deshizo en explicaciones sobre las consecuencias que acarrearía su abandono. Llevaría al centro-derecha a "un callejón", porque todo programa "improvisado" que no fuera "radical" como el suyo, con las elecciones tan cerca, "conduciría al fracaso".

"No soy autista, veo las dificultades (...). No estoy encerrado en una certidumbre, pero constato que no hay alternativa". E insistió una vez más: "No es el partido el que va a decidir".