El terrorismo llegó a las puertas del "blindaje" que protege el Parlamento británico y la inquietud se abre paso en Londres por debajo de una apariencia de flemática normalidad. En el Reino Unido ha calado la filosofía del "Keep calm and carry on", aquel "mantén la calma y sigue adelante" del póster con el que el Gobierno trataba de subir la moral al inicio de la Segunda Guerra Mundial, pero en el fondo el atentado, los cuatro muertos y los veinte heridos de ayer, asusta como también lo hacen los peligros que se presienten. "Sabemos que tenemos el problema en casa". Cuando Juan Antonio Buergo, llanisco, profesor de Español en el Liceo Francés londinense, dice que tenía "asumido que cualquier día nos podía tocar algo así", coincide en el juicio con la ovetense Inés Ríos, catorce años en Londres, ahora jefa de marketing en el Parque Olímpico Reina Isabel. "Londres vive con la espada de Damocles encima", reflexiona ella. "Primero fue París, luego Bruselas, sabíamos que el terror iba a llegar".

Asturianos residentes en Londres hablaban ayer de apariencia de normalidad y de cierta inquietud colectiva. "Vivimos con preocupación todo lo que está pasando porque puede que el ataque sea un preludio de algo más gordo", afirma Inés Ríos, que reconoce que los ingleses atraviesan "un momento crítico" y que "preocupa que pase algo así en un sitio que se supone tan seguro como el Parlamento británico". Buergo volvía de trabajar más allá de las cinco de la tarde, menos de tres horas después del atentado, y pasó en metro por la estación de Westminster, junto al Parlamento. Nada raro. Sólo supo después que la estación estaba cerrada, que no se permitía entrar ni salir, únicamente el tránsito de los pasajeros que cambiaban de línea.

En el Twitter de la Policía vio después la advertencia: habrá agentes de policía extra, de uniforme y de paisano, patrullando las calles.

En mitad del ambiente enrarecido, conflictivo, cargado por el "Brexit", el atentado añade más. "El sábado hay una manifestación contra el 'Brexit' a la que íbamos a ir todos los europeos que no queremos que esto cambie, pero con cosas como ésta te planteas si realmente quieres ir o si puede pasar algo", reconoce Amalia González, una profesora de guardería ovetense que lleva trabajando en Londres desde 1999. Para ella, el ataque se suma a la "confusión que se vive en el país desde hace meses".

Pese a todo, la proverbial flema británica consigue que hasta en situaciones límite todo eso se note poco. Miguel Zapico, matemático de Piedras Blancas, se libró por dos horas de tropezar con el problema en Westminster. Cuenta que pasó por delante del Parlamento pasado el mediodía. "Todo normal". Supo del drama más por las noticias que por la evidencia directa en la calle. "En general", afirma, "aquí la gente no es muy alarmista y sigue con sus vidas. Me acuerdo del atentado del metro, hace doce años. Las cosas siguieron con normalidad. Tienen muy asumida esa filosofía de 'keep calm and carry on'".