La ajustada victoria electoral de Theresa abre una nueva etapa en las negociaciones del Brexit, que pueden caracterizarse a partir de ahora por una mayor volatilidad e incertidumbre dado que May convocó precisamente los comicios para presentarse con más fuerza en el diálogo con Bruselas, algo que previsblemente le será más difícil a tenor de los resultados.

Antes de la instalación de las urnas, quedaba poca duda de que fuera quien fuera el candidato elegido, el proceso de la salida de Reino Unido de la Unión Europea continuaría según lo previsto. Por pequeña que resultara ser la diferencia, una mayoría de los votantes decidió que era hora de romper la relación de las islas con el continente europeo (solo un 51,9% de los votantes fue partidario del divorcio, por un 48,1% que no lo quería), y esta determinación siempre ha sido respetada por el Gobierno británico.

Desde que la opción del 'Sí' al Brexit se impusiera, el proceso ha estado en el centro de la toma de decisiones del Ejecutivo británico. De hecho, ha sido el principal motivo para que Theresa May decidiera adelantar los comicios, algo para lo que no tenía obligación legal hasta 2020.

La casi patológica obsesión con el control de May, que heredó el puesto de 'premier' tras la dimisión de su sucesor, el proeuropeista David Cameron - que prometió dejar su cargo si se confirmaba la victoria del 'Sí'-, la convenció de la utilidad de ratificar su liderazgo en las urnas y sentirse así legitimada por los electores para ser la responsable de llevar a buen puerto las negociaciones con Europa y conseguir el mejor acuerdo para los intereses británicos.

Lo que prometía ser un paseo en la coronación del Partido Conservador con una de las mayores hegemonías 'tory' en tiempos modernos, por momentos tornó en una competitiva lucha en la que May tuvo que ver cómo el Partido Laborista -liderado por un cuestionado al principio Jeremy Corbyn- se aprovechaba de las dudas y las fintas de May a la hora de responder a las preguntas de la ciudadanía. La primera ministra se ha mostrado ambigua o evasiva en ámbitos clave. Su manido mantra 'Brexit significa Brexit', lo sustituyó por un igualmente enigmático 'Brexit rojo, blanco y azul'.

Un Brexit duro

El Partido Conservador ha entendido a lo largo del proceso electoral que su postura intransigente con respecto a las negociaciones era un punto fuerte a su favor. Quién pagará la factura del Brexit es el principal lugar de desencuentro entre Bruselas y Londres, y los 'tories' han llegado a expresar en esta campaña que "un no acuerdo es mejor que un mal acuerdo".

La premier ha vendido el Brexit como oportunidad de hacer que su país sea "más global y más abierto de miras; un Reino Unido lleno de posibilidades, con mayor confianza en sí mismo, más unido y más seguro ".

También ha aludido a los planes de su partido para recuperar el control sobre las fronteras británicas, evitar pagar "enormes cantidades" de dinero en concepto de contribuciones anuales a la UE y "poner fin" a la jurisdicción del Tribunal de Justicia Europeo en el Reino Unido.

Con relación a ese punto, expresó su esperanza de obtener un acuerdo de libre comercio "audaz y ambicioso" con los otros 27 estados miembros del bloque, así como de fraguar contratos comerciales con países de todo el mundo.

El calendario del Brexit

Reino Unido invocó el pasado 27 de marzo el artículo número 50 del Tratado de la Unión Europea. Este suponía la formalización de la petición de salida de Reino Unido de la UE y marcaba en el calendario el ulterior día 29 de abril como fecha de inicio de la cuenta atrás de dos años para acordar las condiciones del divorcio.

Solo dos días después, el polaco Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, presentó un documento de 'líneas rojas' de la negociación.

Estas 'líneas rojas' fueron aprobadas y ratificadas por los 27 socios europeos en una reunión el pasado 22 de mayo. En este mismo encuentro, se aprobó una fecha orientativa del inicio de las negociaciones para el 19 de junio -solo once días después de las elecciones británicas, aunque puede haber modificaciones en el día elegido- y se proclamó formalmente al ex comisario europeo galo Michel Barnier jefe negociador del Brexit en representación de la UE.

Los 27 abogan por un proceso "gradual, por fases", para centrar la primera etapa en resolver tres asuntos clave: los derechos de los ciudadanos, la 'factura' de salida y la frontera en el Úlster, esto es, la línea terrestre que separa a Reino Unido de Irlanda de Norte.

Barnier reclamará a Londres garantías de que los ciudadanos europeos que han residido, residen o residirán en Reino Unido hasta que se materialice el Brexit conservarán los derechos adquiridos como residentes comunitarios "de por vida".

La UE también quiere que en ese primer periodo quede definida la metodología de cálculo de los compromisos y obligaciones que tiene Reino Unido con el presupuesto comunitario, que servirá para poner cifra al coste que deberá asumir el país antes de dejar el bloque y que en Bruselas se calcula en al menos 50.000 millones de euros.

Además el bloque sostiene que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TUE) deberá seguir siendo competente en aquellos asuntos que afecten a Reino Unido y queden por cerrar en la fecha en que se produzca el divorcio.

Ya en una segunda etapa, y solo cuando todo lo anterior ya hubiera sido cerrado, se trabajaría en estipular el marco de las nuevas relaciones comerciales entre Europa y Reino Unido, que es lo que más preocupa a Londres.