Siete años después del gesto que desató las ahora asfixiadas "primaveras árabes", las condiciones económicas y sociales que llevaron al joven Mohamad Bouazizi a quemarse a lo bonzo persisten en Túnez como si nada hubiera ocurrido. Esa fue la visión pesimista que ayer se adueñó de gran parte de las actividades en recuerdo de una dramática acción simbólica que parecía llamada a cambiar el curso de la historia y desató meses después las "primaveras árabes". Boauzizi era un joven de apenas 26 años, licenciado en Informática en paro, que se ganaba la vida con la venta ambulante de verduras a la puerta del mercado, única fuente de ingresos de su familia. El 17 de diciembre de 2010 decidió prenderse fuego frente a la puerta del ayuntamiento de la ciudad como forma de protesta tras sentirse humillado por una mujer policía que le confiscó la mercancía. Días después, las protestas se habían extendido a todo Túnez y llegaron a la capital, situada a unos 500 kilómetros al norte, donde miles de personas más salieron a las calles al grito de igualdad y justicia social. Apenas un mes más tarde, acosado por las protestas, el dictador Zinedin el Abedin Ben Alí y su familia huyeron a Arabia Saudí, lo que marcó el triunfo de la "revolución del Jazmín" y el inicio de un movimiento de protesta similar en Oriente Medio y el norte de África conocido como "primaveras árabes".

"Siete años después no hemos visto ningún cambio, ninguna mejora. No sé por qué hay proyectos que se han dejado a medias, si son problemas de burocracia o de financiación, pero seguimos presionando al Estado", explica Bouali Mbarki, secretario general adjunto del principal sindicato de Túnez.

Sidi Bouziz es el ejemplo más claro del fracaso económico de aquella revolución. La región sigue a la espera de que aumente la explotación de fosfato, de la autopista que unirá el centro con la capital del país, de un hospital y de una facultad de Medicina. Promesas incumplidas mientras persiste la misma tasa de paro de la época de Bouazizi y la misma falta de horizontes que llevaron a un joven con formación a tener que tirar de un carro de verduras.

En la plaza donde se levanta un monumento a Bouazizi, un grupo de jóvenes participaba ayer en un festival mientras otros, rodeados por la policía, lanzaba a las autoridades locales presentes el ya tradicional grito de "lárgate".