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El bisnieto de Bernardino, sin terremoto

Descendiente de asturiano, Piñera llegó al poder en 2010, tras un seísmo que causó 500 muertos, e inició su presidencia con el espectacular rescate de 33 mineros

Piñera, ayer, momentos antes de ofrecer una rueda de prensa. EFE

Cuando Sebastián Piñera llegó al poder en marzo de 2010 por poco no tiene país que gobernar. El bisnieto de Bernardino Piñera Aguirre, asturiano de Libardón llegado a Chile en 1860, se convertía por primera vez en inquilino del Palacio de la Moneda en mitad de una profunda conmoción nacional: el 27 de febrero de ese año un terremoto de 8,8 grados en la escala Richter -como 10.000 bombas atómicas- había causado 500 muertos y sembrado la destrucción en el país.

En esos días hubo 121 réplicas. Una de ellas, la del 11 de marzo, llegó a los 6,9 grados, sólo 0,1 grados menos que el terremoto que arrasó Haití. Esa fecha Piñera recibía en el Senado chileno, en Valparaíso, la "piocha" de O'Higgins, la condecoración símbolo del poder presidencial. El edificio pareció reblandecerse y adquirir la consistencia de un flan. Había que ver la cara del actual rey de España, entonces Príncipe, allí presente, mirando a las lámparas del techo balancearse, pensando acaso que no lo contaba. Pero los chilenos, acostumbrados a que la tierra se mueva bajo sus pies, saben construir contra los terremotos. No pasó nada.

El panorama que tenía el recién estrenado presidente chileno no era, ni mucho menos, el que atisbaba en la campaña, cuando prometió un millón de empleos y un crecimiento del 6 por ciento del PIB. Ahora, tras el terremoto, la factura era de 30.000 millones de dólares. El presupuesto nacional era de 41.000 millones. Piñera, antes del terremoto, encarnaba la segunda transición de Chile. La primera, de Pinochet a la democracia. La segunda, tras veinte años de gobiernos de centro izquierda de la Concertación Nacional, la de un regreso tranquilo de la derecha al poder. Pero ahora su misión iba a ser la reconstrucción nacional.

La tarea le venía como anillo al dedo a este hombre de acción; al tipo de pelo cano, muy ejecutivo, que introdujo las tarjetas de crédito en Chile y que era propietario del equipo de fútbol del pueblo, el Colo Colo; una figura llena de tics, hiperactiva, una de las grandes fortunas del país, lo decía "Forbes". Su carrera empresarial estaba ligada a la de otro asturiano, este sí de nacimiento, también de Libardón (Colunga): Juan José Cueto, con el que estaba asociado en la aerolínea Lan Chile (16.000 empleados). Más que de derechas Piñera era "piñerista", hacía las cosas a su modo. No podían acusarlo de pinochetista. Votó en contra del general en el plebiscito de 1988 y puso dinero para la campaña.

La reconstrucción fue su primera gran misión. El rescate de los 33 mineros de San José, en octubre de 2010, un prodigio de los ingenieros chilenos con técnicas de la NASA, otro de los hitos de su presidencia. Cuando aquellos hombres que se daban por muertos salieron a la luz del día, Piñera proclamó orgulloso: "Nuestro país ha dado un ejemplo al mundo. Cuando Chile se une, y lo hacemos siempre en la adversidad, somos capaces de grandes cosas. Esta es una noche que el mundo entero no va a olvidar".

La épica estaba de su lado, pero Chile es un país con una enorme brecha social. Aunque la renta per cápita (24.000 dólares) sea mejor que la de muchos países del entorno, se estima que el 20 por ciento de la población vive en la pobreza. Y eso es algo que tendrá que afrontar en este retorno al poder, tomando el relevo de Michelle Bachelet, de la que recibió a su vez la presidencia en 2010. Piñera ha logrado 1,3 millones de votos nuevos, mejorando incluso los resultados de su predecesora. Los analistas dicen que no habrá cambio radical pues, por ejemplo, Piñera ya ha aceptado la gratuidad de la educación universitaria que promovió Bachelet. Tampoco derogará la ley del aborto. Además no tiene mayoría en el parlamento. Será un giro tranquilo. Frenará las reformas, pero no dará marcha atrás. Lo suyo, subrayan, es la economía. Falta le hace. Ahora promete 600.000 empleos nuevos en un país que crece al 1,8% lastrado por el desplome del precio del cobre. Se centrará en la reforma tributaria y rebajará las tasas al empresariado, donde tanto apoyo tiene. No se prevén terremotos.

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