Liberia acude este martes a las urnas en una segunda vuelta de las elecciones presidenciales para elegir a su nuevo presidente, puesto disputado por el exfutbolista George Weah (Congreso por el Cambio Democrático, CCD) y el actual vicepresidente, Joseph Boakai (Partido por la Unidad, PU).

Dos meses y medio después de la primera vuelta, los liberianos ejercen este lunes su derecho al voto, después de que las acusaciones de fraude por parte del tercer candidato más votado, Charles Brumskine (Partido por la Libertad, PL), retrasaran esta segunda vuelta prevista para el pasado 7 de noviembre.

Sin embargo, el Tribunal Supremo del país desestimó las acusaciones y los liberianos elegirán a un sucesor para la actual presidenta del país, Ellen Johnson-Sirleaf, en el cargo desde 2005.

En la primera vuelta, celebrada el pasado 10 de octubre, Weah -único futbolista africano en conseguir el Balón de Oro (1995)- se situó en cabeza con el 38,4 % de los votos (con mayoría en 11 de los 15 condados), mientras que Boakai se hizo con el 28,8 % de los sufragios.

Sin embargo, en esta segunda vuelta los apoyos de los partidos minoritarios a cualquiera de los dos candidatos serán decisivos.

Más de dos millones de electores están llamados a acudir a las urnas para culminar el primer traspaso de poderes entre dos presidentes elegidos democráticamente en 73 años.

Weah, que lleva como número dos a la ex primera dama Jewel Taylor (exesposa de Charles Taylor, expresidente y antiguo señor de la guerra), prometió en su campaña educación gratuita desde la guardería al instituto y la aceleración de la creación de empleo.

Por su parte, Boakai se aferra a los logros de sus años en el Ejecutivo de Johnson-Sirleaf, en los que el país ha aumentado su PIB en un 248 % y ha mejorado su esperanza de vida desde los 56 años hasta los 62.

Asimismo, tras las devastadoras guerras civiles (1989-1996 y 1999-2003), el país recuperó sus exportaciones de cacao, café, hierro, oro y diamantes, y logró cancelar casi 4.000 millones de dólares de deuda exterior.

Sin embargo, los últimos años de mandato no han sido los más prósperos: la crisis del ébola de 2014, que mató a casi 5.000 personas, afectó a una economía que no ha terminado de recuperarse, como demuestra el decrecimiento del 1,6 % en el PIB que el país registró en 2016.