Dos jóvenes y un agente antidisturbios murieron ayer de madrugada (hora española) en violentos choques callejeros en Managua, la capital de Nicaragua, en la tercera jornada de protestas por la reforma de las pensiones promovida por el Gobierno del presidente Daniel Ortega, que se enfrenta así a la contestación más fuerte que ha conocido en los once años de su segunda etapa de gobierno. Las manifestaciones han sorprendido al Ejecutivo, que había logrado hasta ahora evitarlas mediante la poderosa influencia del sandinismo en la sociedad civil y en el aparato militar. En opinión de observadores locales, la efectiva virulencia de las actuales manifestaciones se debe a que salen de las bases populares, no de un partido ni un movimiento.