Oviedo, José A. ORDÓÑEZ

El efecto arrastre del enorme prestigio de la gastronomía vasca y de sus cocineros más mediáticos, unido a las carencias del sector sidrero asturiano en materia de comercialización, difusión y promoción explican que la sagardoa (sidra) guipuzcoana plante cara a la sidra asturiana en el ámbito internacional. Y ello pese a que en Euskadi hay una producción anual cuatro veces inferior a la del Principado y a que la cultura en torno a esta bebida no se encuentra, ni de lejos, tan arraigada como en Asturias. El reto principal que tiene por delante el sector sidrero asturiano consiste en exportar adecuadamente el concepto de sidrería, aunque sea adaptada a los tiempos actuales, combinada con lo mejor de la gastronomía regional y potenciando el escanciado como signo distintivo. Y es que, según apunta José María Osoro, presidente de la Asociación de Lagareros de Asturias (ALA), echar la sidra desde lo alto «no tiene que ser un problema, sino una oportunidad y un emblema de servicio especializado».

Además del secular problema de la producción de manzana, mejorar la promoción y la difusión exterior de un producto cuya calidad nadie pone en duda es la gran asignatura pendiente de la sidra asturiana. Pero se trata de un reto de gran relevancia que los llagareros no se ven en condiciones de afrontar en solitario. «El de la sidra es un mercado que cada vez deja márgenes más escasos y si se quiere que el sector siga la renovación tecnológica no le podemos pedir que, además, afronte solo el objetivo de promocionarse fuera», subraya Osoro. Por tanto, y copiando en cierta medida el modelo vasco, mejorar la presencia de la sidra en el resto de España y en el extranjero precisaría de una decidida participación de la hostelería, así como del apoyo del Gobierno regional, que, en este sentido, podría hacer algo más para prestigiar e internacionalizar la sidra, según indican profesionales del sector consultados, que, entre otras cosas, abogan por potenciar la participación en las ferias internacionales que se celebran en España como el Salón del Gourmet, de Madrid, o Alimentaria, en Barcelona.

Además, los llagareros reclaman que cuando se salga al exterior, deben de ir de la mano todos los productos agroalimentarios asturianos, que conforman «una oferta completa y de altísima calidad», y, además, bajo una estrategia de promoción bien definida. «No se puede ir tirando voladores sueltos», señala un destacado representante regional del sector.

Trasladar la sidra fuera de la región, con su ambiente y su entorno, es difícil, pero conseguirlo equivaldría a vencer un cuello de botella para la expansión del sector. Esa estrategia evitaría, en muy buena medida, que los vascos, con mucha menos relevancia económica y cultural, estén ganando partidas en el ámbito internacional. Pero hay otros retos por delante. Y también a nivel interno. Además de vencer de una vez por todas la vecería o de contar con una mayor cantidad de manzana autóctona, la sidra también necesita cuidar su imagen. Una imagen que se deteriora todos los veranos en algunos festivales y certámenes que se descontrolan y se convierten en «botellones» puros y duros. Cierto es que, en esos casos, los llagareros poco pueden hacer, por cuanto son fiestas de organización municipal en las que los elaboradores se limitan a donar unos cuantos cientos o miles de litros para degustaciones gratuitas. Pese a ello, está claro que no se trata de la mejor publicidad para una bebida semiartesanal que tiene en su centenaria cultura uno de los principales valores, y que sale distorsionada de este tipo de eventos festivos estivales.

Frente al «botellón» sidrero, los llagareros tienen otros proyectos mucho más atractivos para la promoción del sector dentro y fuera de la región. Uno de los más destacados está ligado al «turismo sicerológico», en palabras de Osoro, en el que la gastronomía asturiana, incluida la sidra, y todo la industria agroalimentaria autóctona serían los motores de atracción de visitantes. Se trata de un modelo que ya se ha puesto en marcha en otros territorios, con notable éxito, y que la asociación de elaboradores asturianos quiere desarrollar en el Principado. Para ello, José María Osoro aboga por implicar desde el primer momento a las empresas del sector, de tal forma de que el protagonista de lo que se haga sea el llagareru, y ya avanza que hay varios elaboradores muy interesados en una línea de negocio que permitiría mejorar la difusión del producto y de la marca.

Los centros asturianos distribuidos por todo el mundo también podrían desempeñar un papel fundamental en la promoción internacional de la sidra. Y no sólo como centros de consumo, sino como focos de difusión cultural y comercial de la bebida. Además, lograr que la UNESCO declare a la cultura sidrera asturiana «patrimonio inmaterial de la humanidad», como ayer hizo con el flamenco o con los castellets catalanes, supondría una campaña de publicidad de dimensiones colosales no sólo para la bebida, sino para toda la región.

De ahí que el sector llagareru -que también destaca que numerosos especialistas han calificado a la sidra asturiana entre las mejores del mundo- estime que la candidatura que se está preparando debe contar con el respaldo de la sociedad asturiana en su conjunto. Sería otra forma de hacer prevalecer la bebida autóctona sobre sus «hermanas» europeas.