Oviedo, M. J. IGLESIAS

La nueva cosecha de fabas se reducirá con respecto a la del año pasado por los daños provocados por las inundaciones del pasado junio, a las que hay que sumar las lluvias previas a la primavera y la sequía de julio y agosto. Todos estos factores han conformado un cóctel demoledor que ha dado como resultado legumbres de menor tamaño y, en muchos casos, manchadas por antracnosis, una de las enfermedades más típicas.

Además, los destrozos ocasionados por las riadas en las principales zonas de faba de Asturias obligaron a muchos agricultores a resembrar las parcelas. Por eso la recolección, que en circunstancias normales ya tendría que estar finalizada, aún no ha terminado. Las parcelas más afectadas han sido las situadas en vegas como la de Los Cabos (Pravia) o en Valdés, donde fue casi imposible recuperar las plantas originales.

En cualquier caso, la escasez del producto no provocará desabastecimiento del mercado, según señala el presidente del Consejo de la Indicación Geográfica Protegida que ampara a la Faba de Granja Asturiana, José Antonio Iglesias. «La producción de nuestras fabas bajará, pero no hasta niveles preocupantes», matiza.

El aumento de hectáreas sembradas respecto a 2009 ayudará a compensar las pérdidas, según Iglesias. El Consejo Regulador tiene registradas 113 hectáreas, frente a las 104 de 2009, año en el que la cosecha de judías asturianas fue abundante en cantidad y calidad y alcanzó los 73.000 kilos.

La mayoría de los productores realiza la siembra sobre el surco de forma manual o con sembradoras mecánicas o neumáticas durante el mes de mayo. Para reducir los riesgos de las lluvias del otoño, que producen daños en el grano, algunos agricultores, que cuentan con el terreno en buenas condiciones, tienden a realizar siembras tempranas en la segunda quincena de abril. Ésos han sido los más perjudicados por el temporal de junio, ya que las plantas ya se encontraban desarrolladas.

La faba con denominación mantiene un precio estable que ronda los 10 euros por kilo la clase extra. La de segunda categoría se comercializa a unos seis euros. El tamaño es el mismo, pero tiene algo de humedad y no cuenta con la presencia de la típica faba de la granja. A la faba controlada por el Consejo se suman las toneladas producidas cada año fuera de la entidad. Los responsables del Consejo abogan por que todos los agricultores se unan a la denominación de origen, para lograr un mayor reconocimiento del producto. Otro problema que padecen los agricultores es la venta fraudulenta de judías foráneas como si fueran asturianas. De hecho, los agricultores han denunciado de forma reiterada que cientos de kilos de legumbres de Bolivia, Argentina o de Galicia se ofrecen en comercios y restaurantes con el apellido de «asturianas», un pedigrí con el que no cuentan. Iglesias señala que en estos momentos el Consejo Regulador no tiene previsto incluir a la faba verde entre los productos amparados por la marca. Alega que resulta complicado controlar el ciclo de comercialización de un producto de corta vida.