Oviedo, M. J. IGLESIAS

Mientras el sector agrario europeo busca una nueva política de ayudas para sostener su rentabilidad, China, la segunda economía mundial, va camino de convertirse en el gran «terrateniente» del planeta. El país, que pretende multiplicar por cuatro su consumo interno en los próximos años, cuenta con 1.300 millones de habitantes que comen a diario, de los que más de 780 millones son campesinos. El problema es que la población agraria se enfrenta a unas estructuras obsoletas y sistemas de producción poco eficaces.

Por eso, los chinos, fieles a la política de expansión que desarrollan en otros sectores, se han decidido a invertir masivamente en fincas agrarias en todo el mundo, especialmente en África y en América del Sur, donde se concentran las grandes extensiones de soja y de eucaliptos, como es el caso de Brasil.

China ya cuenta con millones de hectáreas en el mundo y ha puesto sus ojos en las grandes fincas del centro y sur de España. De hecho, una de las últimas experiencias agroalimentarias que se llevan a cabo en el país asiático es la elaboración de un jamón muy parecido al español. A los empresarios chinos les interesa contar con producción española para transformarla y venderla en su macromercado.

Aunque el sector agrario español aún no se ha preocupado del más que probable desembarco chino en la península Ibérica, expertos en el sector agrario, como el ex ministro de Agricultura y empresario agrícola Miguel Arias Cañete explicaba esta misma semana en una entrevista concedida a LA NUEVA ESPAÑA, que la realidad mundial indica que la estrategia alimentaria es tan importante como la energética. Añade Cañete que la población crece de manera exponencial y es lógico prever problemas de abastecimiento. A su juicio, el interés de los chinos por efectuar inversiones en el sector agrícola evidencia que la tierra sigue siendo uno de los mejores sectores para emprender nuevos proyectos de desarrollo económico.

El 12 de octubre de 2008, el Partido Comunista de China resolvió autorizar la modificación de la estructura institucional de la producción agraria y permitir a los campesinos del gran gigante oriental alquilar, transferir o utilizar como colaterales de préstamos hipotecarios sus derechos de uso sobre la tierra tanto a otros agricultores como a grandes corporaciones agroalimentarias.

En China, el sector agrícola representa aproximadamente el 13% del PIB y crece en torno a un 8% anual. La tierra cultivable en China es inferior a una hectárea por hogar frente a 100 hectáreas registradas en los Estados Unidos. Al aumentar el consumo y disminuir la oferta de la soja, maíz y trigo y la demanda cada vez mayor, China ha pasado de ser exportador a ser un importador.

El comportamiento del mercado chino puede disparar o tirar por tierra el mercado agrícola mundial, como se vio en el verano de 2008, cuando subieron las tarifas de los cereales, entre otras razones, por el incremento de la demanda en China.

Solamente en los alrededores de Shanghai hay más de 300 empresas agrícolas de capital extranjero dedicadas a la producción de frutas, hortalizas y carne roja, eso sí, gestionadas por fondos de inversión norteamericanos y europeos.