Misiego (Villaviciosa),
Mariola MENÉNDEZ
La ría de Villaviciosa se ha quedado sin mariscadores. Casi ninguno aparece ya desde hace casi quince días a faenar a Misiego. Y eso a pesar de que es la única zona en la que está autorizada la extracción de moluscos y también a pesar de que ayer había una marea viva, beneficiosa para recoger almejas. ¿Las razones? Que al haberse concentrado la actividad en esta reducida área, casi se ha esquilmado y la zona más productiva y donde se realizó la siembra de moluscos es la que está cerrada al marisqueo.
Este panorama da una idea de la complicada situación que atraviesa el sector después de que sus capturas se hayan visto drásticamente mermadas por culpa de que desde finales de noviembre se dispararan los niveles permitidos de la bacteria salmonela, que se relaciona con un vertido al estuario, circunstancia que les haya chafado la campaña de Navidad. Ahora ha sido una contaminación la culpa del cierre del 80 por ciento de la ría, pero en el verano sufrieron otro paro a cuenta de una «marea roja» o, lo que es lo mismo, índices superiores a los autorizados de toxina lipofílica (DSP).
Pero a pesar de que los mariscadores estén viviendo horas bajas, la crisis hace que muchos jóvenes busquen en la ría un modo de ganarse la vida. El relevo generacional parece asegurado, ya que, según apuntan José Estrada y Loli Fernández, dos veteranos de la pesca en la marisma de Villaviciosa, este año hay tres mariscadores nuevos. «Hay lista de espera. Igual tienes que esperar dos o tres años para poder entrar», explica Fernández, pues han de quedar plazas vacantes. Ella conoce la situación bien de cerca porque uno de sus cuatro hijos vio en la ría una salida al desempleo.
«Estamos dispuestos a todo porque estamos muy cabreados. Queremos soluciones», advierte Loli Fernández, mientras los mariscadores siguen a la espera de que la Dirección General de Pesca estudie compensarles con ayudas económicas por esta nefasta temporada. Aunque ellos no se conforman con eso, piden que la Consejería de Medio Ambiente detecte de una vez por todas la fuga que ha contaminado los moluscos en la zona alta del humedal. Porque lo que tienen claro es que lo que quieren es «poder trabajar». Además, parece que los vertidos a la ría vienen ocasionando problemas desde hace dos años y hay que tener en cuenta que los núcleos próximos carecen de saneamiento, a pesar de ser una reserva parcial natural.
José Estrada lleva unos catorce años y Loli Fernández diecinueve ganándose el pan en la marisma. Ambos proceden de familias de pescadores. Ella tiene claro que «la mar quitó mucha hambre» y él que «aunque no te haces rico, vives de esto». No obstante, reconocen que muchos han de buscarse un complemento a su economía. Sostienen que hace años «había el doble» de moluscos y ahora tienen que sumar a los cierres cautelares la competencia de las aves, ya que el estuario es un refugio para muchas especies principalmente invernantes. «Los pájaros comen más de lo que nosotros pescamos», afirman.
Estrada también se queja de la caída de la cotización de la almeja. «Con la crisis bajaron los precios casi diez euros el kilo. En Navidad se llegaba a pagar hasta a 30 euros y el año pasado a 15, éste rondó los 25 porque había pocas», explica.