«Soy de pueblo y me gusta vivir en él. Me gusta la tranquilidad y estar en contacto con la naturaleza. Aquí tengo mis raíces. No me aburro ni un segundo, siempre tengo mil cosas que hacer, no cambio esto por nada del mundo», dice con firmeza Elena Rico, nacida en San Martín de Luiña pero residente, desde muy joven, en Lamuño, en el concejo de Cudillero.

En 1996, con la llegada del boom del turismo rural a Asturias, y en un momento en que el Principado concedía subvenciones para la apertura de este tipo de establecimientos, Elena Rico dejó sus libros a un lado -estaba preparando oposiciones a profesora de instituto- y puso toda la carne en el asador rehabilitando una casa familiar y abriendo uno de los primeros alojamientos de este tipo en su concejo, con el handicap, además, de que no le concedieron ayudas y tuvo que pedir créditos para hacer realidad su proyecto. «Cuando finalmente acabaron las obras y con cierto miedo al futuro inmediato, me puse cuatro días a estudiar otra vez como una loca sobre la mesa, hasta que el quinto cerré los libros y me dije ¡yo voy a seguir adelante con esta casa! Así fue como en agosto de 1996 La Casa del Campo acogió a sus primeros clientes, que fueron Sara y sus padres, los recuerdo perfectamente. Todavía estábamos dándole los últimos retoques...», recuerda.

Con apenas 40 años cumplidos Elena Rico está en permanente aprendizaje de cuanto sirva para mejorar su servicio a los clientes, además de aprovechar los recursos propios para ahorrar en los servicios y de incentivarse a sí misma. «Aquí tenemos varios muebles antiguos que, en su momento, necesitaban restauración. Cuando vi lo que me pedían por hacerla, yo misma seguí un par de cursos de rehabilitación y los restauré», afirma. A lo largo de estos casi dieciséis años viviendo y trabajando en Lamuño abrió hace pocos años otra casa rural en el mismo pueblo de Cudillero, con el mismo encanto, cuidado y calidez que la anterior pero también con una personalidad propia. Actualmente, ambas casas las alquila de forma íntegra.

Como para todos los que abren un negocio, y aún más si es en una localidad pequeña, los primeros años fueron difíciles, de mucho trabajo, dudas, expectativas y, por supuesto, facturas, como recuerda con una sonrisa. «Si resistes los tres primeros años, sales adelante, terminas haciendo clientes. Creo que los pueblos tienen futuro y que aún quedan por hacer muchas cosas. Lamuño es un ejemplo. Yo invito a la gente joven y no tan joven a volver a los pueblos, a regresar a sus raíces, y generar otro tipo de economías. Abrir en Asturias un alojamiento rural, y conste que no lo digo porque yo los tenga, hoy en día no tiene ningún sentido porque el Principado está saturado de ellos, pero sí hay más opciones, no sé, tal vez la agricultura ecológica o bien actividades complementarias, como continuar los oficios tradicionales. A veces, el hecho de irse fuera en busca de un futuro mejor, y echando la vista atrás, nos ayuda a comprender y valorar lo que hemos dejado en el pueblo», señala.