Oviedo, M. J. IGLESIAS

Pablo Pérez y su esposa llevaban años dándole vueltas a la idea de dar utilidad a las fincas familiares. La decisión estaba meditada y consensuada con su hija, Lucía, de 11 años, encantada con la idea de trasladarse al pueblo.

La crisis no les afecta. Es más, aseguran que decantarse por la aldea fue la mejor decisión que tomaron en la vida. «No nos arrepentimos en absoluto, nos ha compensado todo», señaló. Asegura que el sector agroalimentario es pujante. «De los pocos en los que crece la demanda en estos tiempos», asegura. Por eso anima a la gente a regresar al campo. Incluso ha convencido a otros dos agricultores que se han instalado en la zona. «Vieron nuestra plantación, les encantó y se animaron». «El caso es que las cuentas van saliendo y eso es lo importante», indica. Cuando llegaron a Corao fueron el centro de todas las conversaciones. «A la gente del pueblo le gustó que nos viniéramos a vivir aquí», indica Pérez. La otra gran beneficiada ha sido la hija del matrimonio, que se lo pasa en grande jugando y disfrutando del campo. Pablo Pérez tiene claro que hoy por hoy no retomaría su antiguo negocio de hostelería. Ni la dureza del trabajo, ni las inclemencias meteorológicas le parecen un problema. «Nos organizamos el trabajo perfectamente, sin otro tipo de presiones», sentencia.