A José Antonio González Díaz, de 28 años, todo el mundo le conoce en su pueblo como «Tonín, el de la Cuesta». Este joven lavianés, que actualmente trabaja como técnico de desarrollo rural en el «Leader» Alto Nalón desde el año 2009, combina esta actividad con la ayuda que presta al mantenimiento de la ganadería ecológica familiar que regenta su madre, María Pilar Díaz Velasco, y que consta de unas 40 cabezas de vaca casina de la montaña.

Hace varios años, José Antonio González Díaz decidió estudiar Geografía en la Universidad de Oviedo, para adaptar sus conocimientos a la vida en la aldea, a la que se siente sentimentalmente muy ligado, y aplicarlos al trabajo en el pueblo, teniendo en cuenta las nuevas necesidades del mercado, pero sin perder la esencia de lo tradicional. «Creí que el estudiar esta carrera serviría, entre otras cosas, para ayudar a sacar al campo asturiano de la atonía demográfica y económica en la que está sumido». Se licenció con una media de 9,2, su currículum universitario está plagado de sobresalientes y matrículas de honor, fue premio fin de carrera, se especializó en desarrollo rural cursando un máster en esta materia, realizó un doctorado en análisis sociocultural y obtuvo una beca de formación de profesorado universitario que dejó cuando se incorporó a su actual trabajo.

Actualmente, está terminando su tesis doctoral -«Modelos de gestión del territorio, paisaje y biodiversidad en un espacio de montaña: el parque natural de Redes»- y participa en un equipo de investigación en la Universidad sobre «Territorio, paisaje y ganadería».

Y es que Tonín, el de la Cuesta, cree en el relevo generacional en el campo y en que es necesario aprovechar los antiguos conocimientos, actualizarlos y hacer de ellos una forma de vida y gestión del territorio.

El porqué de esta opción de vida de continuar en el pueblo de sus padres, en La Cuesta de Tolivia, está claro para este joven sobradamente preparado, como así lo demuestra su expediente universitario. «Yo decidí quedarme en el campo porque me pueden más lo sentimientos. De hecho, mi expediente académico lo logré porque estaba a gusto conmigo mismo pensando que todo ello me iba a servir para moverme en un mundo tan complejo como el actual. Además, hasta hace poco, los pueblos se quedaban sin gente porque los jóvenes se iban a buscar trabajo a la ciudad; ahora hay un regreso a la aldea, aunque sea buscando una economía de subsistencia».

José Antonio González tiene también una participación activa en la ganadería ecológica Falda de Peña Mea. «La vinculación de ganadería ecológica y razas autóctonas es fundamental. Hemos diseñado un sistema de comercialización directo y trabajamos tanto con clientes antiguos como con grupos de consumo», dice.

En cuanto a la definición de ganadería ecológica, Tonín es claro: «No deja de ser, ni más ni menos, que la que hacían nuestros abuelos, con cría en libertad de los animales, la prohibición tanto del empleo de alimentos transgénicos, así como del uso de herbicidas o abonos químicos, y respetando el ciclo natural de reproducción de los animales. La ganadería ecológica, además de generar alimentos de alta calidad, contribuye a la conservación del paisaje y al mantenimiento de la biodiversidad de los territorios en los que actúa».