Haciéndose eco de los problemas análogos de otras sociedades, los socios de la junta de la Asociación de Agricultores decidieron, no sin que se hicieran patentes ciertas tensiones, seguir gestionando el problema de los gravámenes impuestos a la sidra por medios legales, recurriendo si tales medidas no daban su efecto a otros procedimientos de defensa. Algunos asociados señalaban la conveniencia de nombrar presidente honorario a algún político prestigioso a fin de lograr influir en el ministro de Hacienda, a lo que el presidente oponía que dicha medida podría marcar una orientación política que se debía evitar; aunque se intentaría recabar el apoyo de Melquíades Álvarez.

De todos modos, no todo fueron malas noticias para los sidreros durante ese año: en la Memoria de la Cámara de Comercio de Gijón para el año 1906 se recogían las gestiones llevadas a cabo a instancia de los fabricantes de sidra para conseguir que se asimilase la sidra a los vinos exentos del impuesto de transportes, lo que se conseguía para ese ejercicio con una real orden.

El problema impositivo, no obstante, se irá agravando con la entrada en vigor de una legislación que favorecía a los intereses vinícolas. Rápidamente el sector regional se movilizaría, organizándose sendos mítines en Villaviciosa y en Gijón. En estos actos se lograría concitar la solidaridad de numerosos ayuntamientos, así como la de los diputados asturianos. El Ayuntamiento de Gijón tomaba con premura posiciones en el asunto, ya que la medida suponía una importante merma en sus ingresos y se vería obligado a subir las tasas de otros productos de mayor necesidad, lo que provocaría motines y quebrantos. Si el vino se desgravaba como proponía el Gobierno, además, se equipararía su precio al de la sidra, teniendo ésta que seguir soportando el impuesto de consumos, por lo que no habría competencia posible. A estas posiciones se adherirían otros ayuntamientos, a la vez que el marqués de Villaviciosa realizaba una encendida intervención en el Congreso. En representación de otro de los sectores afectados Restituto García, presidente de la Liga de Expendedores de Bebidas al por Menor, comunicaba que su organización había elevado una instancia al Ministerio solicitando la supresión total de los derechos de consumos que gravaban la especie «vinos», y la inclusión en el proyecto de la sidra, producto también de primera necesidad. Desde la Asociación de Agricultores de Gijón se acordaba convocar para octubre una asamblea magna para presionar al Ayuntamiento a fin de que gestionase con toda urgencia del Gobierno la presentación a las Cortes de un proyecto de ley de desgravación de la sidra en analogía a la que eximía a los vinos. Simultáneamente se celebraban asambleas en distintos pueblos de la provincia. Finalmente, el 6 de octubre se reunían los agricultores de Gijón en su local social y acordaban dirigir al ministro de Hacienda una solicitud en demanda de la desgravación de la sidra.

A su vez, el Ayuntamiento de Gijón proponía a la Corporación municipal de Oviedo acudir a las Cortes para solicitar la desgravación. Los agricultores habían comprendido al fin, en opinión de un diario como «El Noroeste» -siempre ágil a la hora de sumarle conflictos a la política dinástica-, que era necesaria una acción enérgica para mover la voluntad de quienes les representaban. Sostenía el rotativo que la ley de desgravación de los vinos no ofrecía para el Gobierno aquella solución satisfactoria con que soñaba Maura. De este modo, frente a la opinión del ministro Osma, se había alzado, por ejemplo, el criterio del alcalde de Madrid, quien había sabido posicionarse en su papel como primer defensor del erario municipal. Por esta vez, los convencionalismos de la política habían podido poco para imponer una ley económica que era a todas luces un asesinato de los ingresos municipales, y en este sentido anunciaban para el día 20 de octubre una manifestación pública en la que participarían todos los productores de sidra y demás agricultores que tuviesen alguna relación con dicho cultivo. La cabecera gijonesa entendía que en esa manifestación debían de figurar todos los trabajadores del campo, dando muestra de solidaridad con los sidreros, no ya sólo por la evidente razón que les asistía, sino también por el número de individuos implicados en su defensa.