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El papeleo y el machismo, pesadillas de la mujer rural

Las ganaderas superan en número a los ganaderos en Asturias

Tamara Fernández con sus vacas en Gozón. Ricardo Solís

Mónica Pérez Llenderrozos, una ganadera de 32 años en Santa Eulalia de Oscos, está harta de tanto papeleo. La joven cuenta que pasa más tiempo rellanando impresos que atendiendo a sus propias vacas. "Es triste, pero es así", lamenta. Pérez exige, al igual que el resto de mujeres rurales que hoy celebran en Asturias su festividad, informatizar la labor administrativa de sus explotaciones. "Desde mi casa a Vegadeo hay 90 kilómetros y tengo que bajar casi todos los días. Eso no pasa en otras regiones, como Galicia", critica. La productora, con granja y huerta ecológica en el pueblo de Ventoso, asegura que el campo todavía vive anclado en el pasado. "Es un sector muy machista. A la hora de negociar, los paisanos piensan que eres tonta y hacen comentarios que molestan", denuncia. Y eso que hoy en día en Asturias ya hay más mujeres titulares de explotaciones bovinas que hombres: 8.078 frente a 7.985. Estos datos contrastan con los registrados a nivel nacional, donde el jefe del campo sigue siendo el varón.

En el Principado, la que manda es la mujer. Como Tamara Fernández, que a sus 29 años -los cumplió ayer- lleva las riendas de una ganadería de vacas en Condres (Gozón). Fernández Inclán empezó de cero hace dos años, ya que anteriormente trabajaba en una tienda de ropa. "Dicen que ayudan a las mujeres, pero eso es mentira; ponen trabas. Para abrir la granja, a mí me exigieron tener en tres meses 32 vacas madres, cinco novillas y un toro. Estuve cerca de dar marcha atrás, porque mi idea era empezar poco a poco", señala. La joven siguió adelante, gracias al apoyo de su familia. "La abuela de mi marido (José Ramón Heres) tenía esta cuadra y la arreglamos. Si no fuese por ello, hubiese sido imposible empezar", dice.

Fernández tiene hoy unas 70 cabezas de ganado de carne en Condres y unas quince novillas frisonas en la explotación familiar de Santiago de Ambiedes. "A mí las que me gustan son las de leche, fue las que mamé desde pequeña, cuando iba a concursos con ellas", reconoce. La mujer asegura que su sueño es tener en un futuro una ganadería mixta, aunque es consciente de que la crisis láctea no le pondrá las cosas fácil. Por ahora, las frisonas forman parte de un "experimento", como matiza su marido, José Ramón Heres, de 36 años y trabajador de Alcoa, en Avilés. "Yo pienso que hay que volver a la ganadería de antes y gastar lo menos posible en maquinaria. Nosotros ahora tenemos las vacas en el prao y se alimentan de pienso natural. Creo que nuestros antepasados eran más inteligentes", sostiene.

Aun así, Tamara Fernández asegura que vivir del campo es muy difícil. "La carne está al mismo precio que hace 30 años y sin embargo, los gastos no paran de aumentar. El pienso ya me supone al mes mil euros y producir cada bola de silo, diez euros. Además, esto no es como la leche, no tenemos ingresos todos los meses, todo depende de los terneros que vendas", comenta. De hecho, Fernández gana menos ahora que cuando trabajaba de dependienta en una tienda de Avilés. Pese a ello, tiene claro que no volvería a ponerse detrás de un mostrador. "Aquí soy yo la jefa, puedo estar en mi casa y atender a mis dos hijos (Román y y Raúl Heres, de tres y un año respectivamente)", expresa.

Tampoco cambiaría el campo por la oficina Mónica Pérez Llenderrozos, hasta hace diez años arquitecta de interiores. "Estaba en mi mejor momento profesional, trabajaba al frente de una empresa que hacía muebles a medida y tenía un buen sueldo. Pero lo dejé todo por vocación", explica. Sin esa vocación, coinciden las mujeres rurales de Asturias, es imposible que haya relevo generacional. "No ponen ninguna facilidad y sin subvenciones, esto no funciona", se queja Tamara Fernández. Lo mismo opina María del Carmen Morán, de 51 años y ganadera en Dagüeño (Cangas del Narcea): "Soy una enamorada del medio rural y lo defiendo a muerte. Pero no estamos bien atendidas". Morán se refiere, por ejemplo, a las conexiones a internet. "Nos va muy mal y eso nos hace estar en desventaja con la ciudad", denuncia.

Morán representa a ese perfil de mujer que queda al frente de una ganadería porque su marido se jubila. Este es el caso que más se repite en la región y que explica que haya hoy más titulares mujeres que hombres. Morán gestiona, con la ayuda de uno de sus hijos (Abel Vega), una granja con 132 animales. "Aunque ahora en el papel figuremos más, las mujeres fueron las que a lo largo de la historia llevaron la ganadería, la casa y el cuidado de sus hijos", cuenta. Después de tantos años, Morán ya está acostumbrada al trabajo duro. "Puedo con todo. Sé que es muy sujeto, pero también tengo libertad para organizarme yo a mí manera", dice. La canguesa se da cuenta de lo diferente que es su día a día cada vez que baja a la ciudad. "Es otra forma de ver la vida, pero yo soy feliz", confiesa. Como Mónica Pérez, Tamara Fernández y tantas mujeres rurales que hoy mantienen el campo asturiano vivo, pese a las dificultades.

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