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La castaña, el recurso olvidado

Los productores alertan del abandono de un fruto que se produce en 70.000 hectáreas de la región y cuyo potencial está todavía por explotar

La castaña, el recurso olvidado

Durante décadas fue el alimento que adormeció el rugido de los estómagos más hambrientos. Sin embargo, ahora, en época de abundancia, la castaña ya no mata "fames" y es desperdiciada. Cada temporada, se pierden en Asturias toneladas del que es considerado el fruto del otoño. Basta con echar un vistazo a las carreteras regionales para comprobar que el producto estrella del amagüestu no es un bien codiciado. Y eso que el Principado cuenta con la mayor superficie de castaños de España: 70.000 hectáreas. Los productores achacan esta situación a una falta de profesionalización de la agricultura tradicional y sobre todo a una "dejadez política". Los recolectores lamentan que el Gobierno autonómico haya apostado siempre por un aprovechamiento maderero y no frutícola.

"La mayor parte de los castaños se talan y a los que quedan no se puede acceder porque los montes están abandonados", se queja Iván Alba, productor y organizador del Festival de la Castaña de Aces (Candamo), que tendrá lugar el próximo 8 de noviembre. La misma opinión tiene Beatriz Arango, de Biedes (Las Regueras), que señala que en Asturias no se valora debidamente el fruto. "Por no agacharse ni lo recogen", espeta. Arango vende castañas a particulares y tiendas de alimentación, sin embargo, "no pagan lo que deberían". "El precio es bastante bajo: tres euros el kilo. Pero hay veces que tengo que ponerlo a dos, así que casi resulta más rentable comprarlas", agrega.

La decadencia que vive la castaña en Asturias -hay 66 variedades- se aprecia también en su apariencia y sabor. Titu Manzano, presidente de la Cofradía de la Castaña de Parres, sostiene que el problema "no está en su cantidad, sino en su calidad". "Los árboles no se cuidan, la mayoría están secos y así es imposible que salgan buenos frutos", comenta. Nada que ver con lo que sucede en otras comunidades autónomas, donde la castaña se comercializa con éxito y genera numerosos puestos de trabajo. En Galicia, con 21.556 hectáreas de castaños (48.444 menos que Asturias) se obtienen 7.390 toneladas de frutos al año, y en Castilla y León, con 17.126 hectáreas, 7.327. El Principado saca sólo 140 toneladas. "En El Bierzo hay incluso industrias encargadas de su transformación, mientras que aquí sólo ves a cuatro paisanas que bajan todas las semanas al mercado a vender unas pocas", señala Manzano. Una de esas paisanas es Charo Peón, de Huexes (Arriondas), quien tiene la castaña "como un complemento a la huerta y a la ganadería". "Vamos a las ferias de Arriondas, Cangas de Onís y Pola de Siero, pero este año hubo demasiada sequía y los frutos se están dando bastante pequeños y dañados", asegura.

El Grupo de Desarrollo Rural del Bajo Nalón acaba de realizar un estudio sobre el aprovechamiento de la castaña. En él, se identifican cuatro problemas: escasa comercialización, falta de profesionalidad de la actividad, nula transformación del producto, pocas investigaciones sobre enfermedades como la tinta y el chancro, y el uso maderable se impone al frutícola. En este sentido, los datos de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei) revela que el sector forestal tampoco vive sus mejores tiempos. Las cortas de madera de castaño han descendido notablemente en los últimos años. Por poner un ejemplo, en 2011, se obtuvieron 24.664 metros cúbicos mientras que en 2012, 17.154. Esto supuso una caída del 30,45 por ciento.

Aprovechando esta situación, el responsable del Bajo Nalón, Juan Antonio Lázaro, opina que es el momento de explotar la castaña como fruto. Titu Manzano cree que para ello habría que impulsar una cooperativa que ayuda a los productores a exportar el producto y a transformarlo en mermeladas, tartas o bizcochos para superar su carácter perecedero y estacional. El estudio del Grupo de Desarrollo del Bajo Nalón indica que los costes de producción de una explotación con 100 plantas es de 14.021 euros, incluyendo laboreo, mano de obra, materia prima, cierre perimetral y riego. La amortización anual es de 480,42 euros y los primeros beneficios se obtienen a partir del séptimo año de su puesta en marcha.

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