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Me quedo en el pueblo

El negocio permanece en casa

Miguel González Flores trabaja como tapicero en el taller que antaño regentaba su padre, hoy ya jubilado, en la localidad sierense de La Fresneda

Miguel González Flores, en su taller de tapicería en el pueblo de La Fresneda, en Siero. Ana Paz Paredes

Los vecinos del pueblo de La Fresneda son unos fieles defensores de la esencia de su localidad y de la importancia de saber dónde están las raíces. El pueblo, cuyo nombre también ha asumido la conocida urbanización levantada en la zona, sigue manteniendo su espíritu rural, lo que se manifiesta en el gran número de hórreos y paneras bien cuidados o rehabilitados, además de que son muchos los que cuentan con una huerta en propiedad.

En este pueblo, en el que apenas hay tres negocios, se encuentra el taller de tapicería que a día de hoy regenta Miguel González Bobes, un hombre joven que, hace ya unos cuantos años, decidió ser el continuador del oficio de su padre, ya jubilado. El Taller de Tapicería y Decoración Miguel es el nombre del negocio, del que se siente orgulloso, tanto como de su padre, de quien recuerda que "empezó muy joven. Al principio iba a los talleres y trabajaba gratis para aprender, luego entró en una fábrica donde trabajó 25 años, y, finalmente, ya se puso por su cuenta", recuerda Miguel González, para quien trabajar y vivir, parte del tiempo, en el pueblo de La Fresneda "es un buen motivo para seguir aquí, no sólo porque está el taller, también porque es un sitio tranquilo". "Además, estamos muy comunicados y contamos con bastante clientela de gente de la urbanización y también de Oviedo, entre otros", recuerda mientras habla con pasión del oficio que aprendió ya desde niño.

"Yo hice Electrónica en Los Robles y de aquella, de los que acabamos 22, teníamos todos empleo. Por otro lado, mi padre sabía lo mucho que me gustaba su trabajo, un oficio que ya aprendí desde pequeñín viéndolo trabajar cada día en casa. Fue él quien me lo enseñó todo de este oficio, y por eso le estoy muy agradecido. Cuando terminé los estudios me dio a elegir si quedarme o irme, y lo tuve claro: me quedé", dice.

Miguel González, además de tener el taller en el pueblo de La Fresneda, también vivió allí hasta hace relativamente poco. Se ha trasladado a Lugones, aunque pasa la mayor parte de su tiempo en La Fresneda. En cuanto al futuro de su oficio, Miguel González cree "que lo tiene, pues cada vez hay menos tapiceros y la gente sigue demandado este trabajo". "Cuando trabajas bien, la clientela te llega por el boca a boca. Además, necesitas estar reciclándote, yo estoy siempre aprendiendo", afirma. La crisis, asegura, "a quien más afectó no fue a nosotros, sino a las carpinterías y mueblerías. Eso sí, yo llevo años sin subir los precios, aunque me suban las materias primas."

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