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Laura recomienda su aldea

Una agricultora ecológica que reside junto a su familia en la localidad de Valle, en Zureda (Lena), hace un llamamiento a retomar la vida en el campo

Laura recomienda su aldea

Durante algunos años Laura Ibarra, natural de Oviedo, estuvo trabajando en las obras de la Variante como auxiliar de calidad y medio ambiente. Ella, que siempre quiso vivir en el campo y del campo, se acuerda de aquel tiempo: "Recuerdo los cinco años que me pasé en una oficina mirando por la ventana, viendo el paisaje y deseando escapar. Me sentía encerrada". Esto lo dice hoy desde su casa en el pueblo de Valle, en Zureda, en el concejo de Lena, en un día de sol de invierno impagable y teniendo en el horizonte La Carisa y la Collá Propinde en un paisaje que invita a quedarse allí casi de forma indefinible.

Poco tiempo tardaron Laura y su compañero en encontrar su lugar en el mundo. Con lo que había ahorrado compró una casina en el barrio más alto de este pueblo, Cimadevilla, y la fueron rehabilitando juntos. "Cuando llegamos aquí en esta zona sólo había un vecino, Gelín, un paisano encantador, cantaba todas las mañanas. Hace tiempo se trasladó a una residencia y dice que está encantado porque hay muchas actividades y ha hecho varios amigos", señala esta mujer, que vive dedicada a la agricultura ecológica.

Dada de alta en el COPAE (organismo que regula los productos ecológicos), en este momento se encuentra en proceso de transición. "Posiblemente tenga ya el certificado para septiembre".

Laura Ibarra es una mujer que siempre lo tuvo muy claro y es muy sincera en sus criterios: "Venir sin nada al campo y empezar de cero es muy difícil, yo no digo que imposible, pero sí que resulta factible si tienes unos ahorros para empezar", afirma esta mujer, que adquirió sus conocimientos de agricultura ecológica en Navarra, trabajando la huerta con Javier Aldaya, a quien se le considera, como ella señala, "el primer hombre que usó el término de agricultura ecológica en este país. De su casa ha salido gente muy preparada".

Los inicios fueron duros, lo que no quiere decir que el presente sea un camino de rosas. "Al principio no tenía mucha tierra, pero he ido ampliando. Desde que empecé sigo produciendo, mucho más que antes, pero aún no puedo hablar de beneficios. Hace falta vender más. Hace cinco años empecé con esto y puedo decir que este año es cuando ya empiezo a sentir que estamos creciendo con la huerta. Yo aquí apenas sacaré para un salario si lo saco. Mi jefe es el clima. Si hace bueno, trabajo. Si hace malo, no trabajo. Yo voy con los ritmos naturales, como toda mi familia, es lo más lógico", dice esta luchadora, que junto a su compañero son padres de dos niños, de 2 y 5 años.

El trabajo constante y la perseverancia de Laura Ibarra hacen que su producción, en este momento en transición a ecológica, sea demandada por una clientela que hace del boca a boca su mejor publicidad. En la actualidad, además de vender en los mercados, también vende cestas de verduras y hortalizas que comercializa con el nombre de Haba Garden. "Hago venta directa, voy a mercados, trabajo con grupos de consumo y también hago reparto a domicilio todos los martes por la mañana", matiza. Para los vecinos no tiene más que buenas palabras: "Nuestra relación es buena, vivimos muy a gusto aquí".

En cuanto a las comunicaciones por internet, para poder comercializar sus productos, dice que no tiene problemas. "Me basta con el móvil, lo utilizo como si fuera un router. Hombre, no puedo descargarme películas, pero me va bien para lo que necesito".

Para Laura Ibarra la vida en el campo es mucho más satisfactoria y sana que la vida en la ciudad. "Es mucho más tranquila y más económica. Aquí tienes muchos menos gastos que en la ciudad, además de autosuficiencia energética y alimentaria", afirma, al tiempo que matiza que "para vivir en el campo hace falta mucha imaginación, el campo no es sólo campo, vacas y paisaje como piensan algunos. Es necesario viajar y conocer otras maneras de vivir y de pensar. Yo tengo mis ideas, pero bebo y me alimento también cada día de todas las de mis amigos".

Esta agricultora y madre de familia hace un llamamiento para que los que quieran dar el paso se conviertan en sus nuevos vecinos. "Yo necesito que vengan más familias a vivir aquí, como nosotros. Tengo muchas ganas de traer gente y abrir aquí una escuela destinada a enseñar a vivir en el campo y del campo, como antaño, pero adaptados al siglo en que vivimos; conociendo los saberes antiguos y adaptándolos a nuestros nuevos conocimientos y al tiempo que vivimos. Eso sí, quienes vengan deben saber que en el campo hay que tener siempre ideas, motivación y capacidad de adaptación".

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