Europa y Estados Unidos negocian un tratado de libre comercio (TTIP, por sus siglas en inglés) que supondrá una apertura de mercados sin precedentes, con especial repercusión en el sector agrario. Mientras, ambos bloques económicos mantienen desde hace décadas dos modelos proteccionistas hacia la agricultura que no siempre han evolucionado de forma paralela a lo largo de la historia. El gran reto es ahora hacer convivir las dos normativas.

La Unión Europea ideó en 1958 la Política Agraria Comunitaria (PAC), única verdaderamente común a todos los países miembros. Estados Unidos, a través de la Farm Bill que se renueva cada cinco años, blinda de forma férrea las producciones del país. Ambas baterías de medidas son las políticas agrarias más importantes del mundo.

El objetivo inicial fue mejorar la agricultura, conseguir un equilibrio territorial y la cohesión socioeconómica de las diferentes regiones mediante el fomento de la actividad agraria. La finalidad principal de la PAC fue asegurar el abastecimiento alimentario de los países europeos tras la situación de carestía que había sufrido Europa después de la Segunda Guerra Mundial.

A partir de 1962 se establecieron los fondos y ayudas del Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agraria (FEOGA), con los que se conseguía el mantenimiento de los precios de las producciones agrarias.

La PAC, que vivió en 2014 su última reforma, también cuenta entre sus objetivos con el de mantener precios razonables para los consumidores, algo que preocupa a las organizaciones agrarias de la región, que temen una "invasión" de productos americanos a bajo coste.

La Farm Bill de Estados Unidos nació en 1933. El origen de ambas políticas se encuentra en dos desgracias que afectaron a la alimentación en ambos continentes: en el caso de la Farm Bill fue la tormenta del polvo de 1932 a 1939 ("dust bowl"), que arruinó las cosechas y a los agricultores; en el de la PAC, la II Guerra Mundial, que dejó destrozada gran parte de Europa tras 1945.

Tanto la Farm Bill como la PAC se reforman cada cinco años, y en sus continuas evoluciones las ayudas agrarias van disminuyendo su presupuesto.

Estados Unidos y la Unión Europea también coinciden en que las rentas de los agricultores son inferiores a las de otros profesionales. Entre las diferencias de ambas políticas agrarias se encuentra la justificación social de las ayudas. Los americanos lo hacen por cuidar el suelo y aportar alimentos a la beneficencia, mientras que los europeos, hasta ahora, se han escudado en preservar el entorno y garantizar alimentos de calidad.

Los presidentes de los Estados Unidos también se implican con la Farm Bill. Obama, sin ir más lejos, introdujo el sistema de seguros agrarios, una de las iniciativas en las que la UE lleva ventaja. El perfil de los perceptores de las ayudas agrarias también es diferente.

En Estados Unidos se tiene en cuenta la renta total del agricultor, mientras que en Europa acaba de introducirse la figura del agricultor activo, a fin de sacar del sistema a quienes no se dedican a la actividad y hasta ahora se han llevado el grueso de las subvenciones. Estados Unidos tiene un millón de explotaciones agrarias, frente a los dos millones que existen sólo en España.