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El ojeador mundial de frisonas

"Las vacas campeonas de Asturias están al nivel de las canadienses", dice el gijonés Gabriel Blanco, que apuesta por la genética para superar la crisis láctea

Gabriel Blanco del Campo, en Gijón. Ángel González

El seleccionador mundial de vacas de leche es de raza gijonesa. Gabriel Blanco del Campo fue elegido el pasado 1 de abril presidente internacional de los calificadores de ganado frisón. Un nombramiento que recibió "con alegría", pero también con "mucha responsabilidad". "Esto implica más trabajo, no es para colgarse medallas". De él depende que la vacas Holstein caminen hacia la excelencia. ¿Cómo? A través de su mejora genética, un aspecto que Blanco considera vital para superar la crisis láctea. "Con menos animales se puede producir más y eso conlleva una reducción de gastos", insiste este ingeniero agrícola de 61 años, que vió crecer su pasión por la ganadería en Serín.

"Las vacas de los años 80 no tienen nada que ver con las de 2016. Yo lo comparo con los coches: cambió la carrocería, el consumo de gasolina... Todo. Hoy en día con una frisona de la década de los 80, el ganadero no viviría", asegura. Y es que la mejora morfológica se traduce en una mejora productiva. La media nacional se sitúa en los 10.000 litros por vaca y año. Aunque esta cifra aumenta según el número de partos. "Hay que intentar que tengan cuatro o cinco. Las vacas se amortizan a partir del segundo año, porque la crianza cuesta mucho. Y si sólo tienen un parto, no obtenemos beneficios", apunta Blanco, que lleva el pin de una frisona enganchado a su chaleco azul.

El gijonés, además de formar a los calificadores de todo el mundo, da instrucciones a los jóvenes jueces de cómo identificar a la vaca perfecta. "Estar en contacto con ellos es lo que más me gusta. Les intento formar y sacar al extranjero, porque ahora un ganadero tiene que saber de todo: economía, genética... Esto es necesario porque dentro de unos años, se producirán muchas jubilaciones".

Pero, ¿cuál es ese modelo de vaca ideal? Gabriel Blanco del Campo -le gusta que le mantengan su segundo apellido- responde: "Lo primero son las ubres, que tiene que ser perfectas. Es decir, no ser profundas, tener ligamentos fuertes, una buena textura para inflarse y desinflarse y una correcta colocación de los pezones para el ordeño. Lo segundo son las patas, que tienen que ser largas y finas. Y lo tercero es el carácter lechero, que es el sello de calidad de una frisona. Me refiero a que las costillas tienen que estar separadas y arqueadas y el hueso debe ser plano; no como en las de carne, que es redondeado".

Para llegar a esta perfección se requieren años de trabajo. "Siembras hoy y recoges el fruto dentro de cuatro o más años. Una vaca campeona no se hace de la noche a la mañana", sostiene. Ahí es donde entra la mejora genética, que se consigue a través de la selección genómica y de la utilización del semen sexado. Lo primero permite analizar el ADN de las crías y seleccionar las mejores para la explotación. Las peores se desechan y las mediocres se destinan a hacer cruzamientos con vacas de carne. De esta forma, "siempre vamos a tener lo mejor de lo mejor". Y el semen sexado, lo que permite es "ir sobre seguro" y obtener hembras.

Fruto del trabajo de décadas, las vacas campeonas de Asturias nada tiene que envidiarles a las de Canadá o Estados Unidos, según Blanco. E incluso en calidad de leche -por la grasa y la proteína- son mejores las locales. "Cuando yo empecé en esto, a finales de los 70, en España no había nada. Hasta que un grupo de ganaderos (entre ellos, mi padre Silveiro Blanco) formaron la asociación nacional. Y hoy estamos a un buen nivel. Ascol -Asturiana de Control Lechero- exporta genética excelente a todo el mundo".

El responsable del departamento de morfología de la Confederación de Asociaciones de Frisona Española confía en que la crisis se supere más pronto que tarde. Porque ahora mismo, la situación del ganadero es insostenible: "Están pagando la leche por debajo de los niveles de supervivencia".

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