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Me quedo en el pueblo | Soto de Luiña

Nietos que encontraron sus raíces

Luis Miguel y Pablo Alonso viven con sus abuelos en Soto de Luiña y se dedican al cultivo de fabes y la cría ocasional de pitos de caleya

Pablo y Luis Miguel Alonso, con uno de los pitos de caleya. ANA PAZ PAREDES

Luis Miguel y Pablo Alonso Argüelles nacieron en Móstoles (Madrid), pero parte de sus raíces familiares están en Asturias. Concretamente, en Soto de Luiña, lugar al que posiblemente de niños nunca pensaron que regresarían, salvo en algún periodo vacacional, ya de adultos para dedicarse, más Luis que Pablo, a cuidar a sus abuelos y a ayudar en el cultivo de la tierra. Su madre, Marisa, nació en Gijón y su padre, Miguel, es astorgano. Tienen una hermana que vive en Seseña.

"Mis abuelos son asturianos. Ellos se fueron a Madrid a trabajar y cuando se jubilaron regresaron definitivamente. Luis vino antes que yo a cuidar de los abuelos, mientras que yo volví para continuar mis estudios de Gestión Administrativa. Había sacado el grado medio, y el superior no se impartía donde vivíamos, o sea, que me vine a Asturias a sacarlo en Pravia, donde finalicé mis estudios en Administración y Finanzas. Como tampoco me salió un trabajo de lo mío, estoy aquí echando una mano, aunque en mi caso me ocupo de la comercialización de les fabes; estoy cara al público. Me encargo, entre otras cuestiones, del tema de las redes sociales y todo lo que conlleva", afirma Pablo.

Por su parte, Luis Miguel señala que desde que llegó a la casa de los abuelos, en Soto, se sintió a gusto. "Siempre me gustaron los animales y aquí, poco a poco, con los abuelos fui aprendiendo todo lo que tiene que ver con la tierra, con el cultivo de les fabes, de la huerta, o la cría de los pitos de caleya. Me gusta trabajar el campo, disfruto estando aquí", afirma este joven emprendedor, que, junto a su hermano, se siente sorprendido del éxito que han cosechado en los últimos dos años. Así lo señala Pablo: "En casa siempre se cultivaron fabes de todo tipo, pero sobre todo de manteca, tanto secas como verdes. Hace dos años nos animamos a venderlas, sobre todo en el concejo de Cudillero, y en cuanto salen nos quedamos sin ellas. Empezamos poco a poco, nuestra casa tenía fama de buena faba y la gente empezó a pedirnos más. De hecho, lo que teníamos lo vendimos todo. La verdad es que estamos muy contentos y un poco abrumados por lo logrado, y eso que somos como quien dice todavía unos novatos en esto. También es verdad que contamos con la ayuda de los vecinos, que nos enseñan y nos echan una mano. Nos acogieron muy bien y estamos agradecidos".

Con el nombre de El Huerto de Luismi, estos dos emprendedores rurales están saliendo adelante a base de mucho trabajo, mucha constancia y una ilusión admirable cultivando sus fabes y, también de forma ocasional, criando pitos de caleya. "Yo aconsejo a quienes viven en el campo que se atrevan. Es cierto que pasas un periodo de adaptación si vienes de una ciudad, pero yo ahora no cambio esto por ninguna oficina. Es otro mundo; si bien es cierto que los comienzos son duros, no es menos cierto que merece la pena", añaden.

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