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Me quedo en el pueblo | El Puntal (Villaviciosa)

Trabajar el cuero frente al mar

La artesana Conchi Espeleta dejó Gijón hace siete años para vivir e instalar su taller en una de las zonas más atractivas de Villaviciosa

Conchi Espeleta, trabajando en su taller en El Puntal, en Villaviciosa.

Puede decirse que Conchi Espeleta Rodríguez vive rodeada de inspiración tras haber dejado atrás la ciudad para instalarse definitivamente en la zona rural. En esta ocasión, en una casina asomada a El Puntal, en Villaviciosa, en cuya parte baja tiene el taller. Natural de Figaredo, en Mieres, la artesanía ya la vivió desde pequeña en su familia, dado que su madre era modista y su padre zapatero. Ella estudió y se formó para técnico de animación sociocultural. "Yo desde pequeña, viendo a mis padres, ya hacía cosinas en casa", dice con una sonrisa.

Esta mujer delicada, de trato amable y que disfruta enormemente con cuanto hace, estuvo un tiempo fuera de Asturias, viviendo primero en La Alpujarra granadina y después en Mallorca, zonas ambas con mucha tradición de artesanía, oficio en el que se fue forjando con los años y haciendo trabajos en cuero, en los que su creatividad y sus diseños ya empezaron a darle fama. Madre de dos hijas, tras un tiempo fuera decidió volver a su tierra y se instaló en Gijón. Hace unos siete años le surgió la posibilidad de acomodarse en el campo y no lo dudó un minuto. Necesitaba cambiar y logró adaptarse a su nueva vida con rapidez.

"Recuerdo que al principio todavía iba a comprar cada dos por tres a Gijón, y ahora soy ya más de la villa que los propios maliayeses", afirma. En cuanto a cómo le afectó el cambio a nivel profesional, dice que "al principio bajó un poco el número de clientes, pero poco a poco los he recuperado. Lo cierto es que me compensó desde el principio por la calidad de vida que tengo. Cuando no estoy trabajando bajo a la villa o voy a pasear por la zona o sencillamente a la playa cuando hace bueno".

Mujer creativa e innovadora donde las haya, siempre está en constante evolución, y señala que al vivir en El Puntal tanto la calidad de vida que tiene como el entorno contribuyen a incrementar sus diseños y creaciones. "Siempre estoy dándole vueltas a proyectos nuevos, a nuevas ideas; hago todo tipo de bolsos y diseños, además de diversos artículos en piel, inclusive calzado, pues tengo reconocido el oficio en artesanía del Principado como zapatera, marroquinería y decoración de cuero", matiza. Uno de sus últimos trabajos son doscientas fundas para tabletas electrónicas que le encargó el Principado.

Su taller es fiel reflejo de su personalidad; un lugar lleno de color y al tiempo de belleza, calidez e imaginación, donde además de vender también invita a conocer a cuantos estén interesados en su trabajo. Para El Puntal y sus vecinos no tiene más que buenas palabras. "Jamás me arrepentí de dejar Gijón para venir aquí. Cada año que pasa me siento más a gusto. Económicamente para mí es mejor porque me resulta más barato y además estoy en un sitio precioso donde da gusto levantarse cada mañana. Como mejor, estoy en un entorno rural que es sin duda mucho más sano que la ciudad y tengo ganas de que mis hijas me hagan abuela para criar aquí a mis nietos, porque creo que la base sólida de la vida es en el pueblo", afirma esta mujer, que tiene además un recuerdo cariñoso para sus alumnos del centro de personas mayores de Sama de Langreo. "Yo no les voy a enseñar un oficio sino a hacer cosines que nos prestan, lo que ellos quieran y pasándolo bien, que es lo que importa".

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