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La vida en un molino de 500 años

Ana López Busto, natural de Oviñana, reside desde hace 24 años en Soto de Luiña, donde trabaja como limpiadora y es fotógrafa aficionada

Ana López, en el interior del molino restaurado por su marido, que funciona como el primer día. ANA PAZ PAREDES

Ana López Busto siempre se sintió a gusto en la tierra en la que nació: Oviñana. Tras casarse con Álvaro Díaz Suárez, reside en Soto de Luiña. Y más concretamente viven en un molino con mucha historia y gran cariño de sus propietarios. "Aquí nació mi marido. Se conoce como el molino de Goro, que era mi suegro. El molino pertenecía a la familia de mi suegra, Ángeles. Quien lo trabajó toda la vida fue mi suegro, que además le tenía muchísima querencia, como mi marido, que lo ha restaurado por completo", dice con orgullo Ana, que afirma sin dudar que ella "no podría vivir en otro lugar que no fuera éste, la ciudad no es para mí, la vida en un pueblo es totalmente distinta, la relación con los vecinos es más cercana", matiza. Ambos son padres de Carolina y Ángeles.

Tras finalizar sus estudios primarios se formó como modista y costurera en Avilés. "Estuve unos dos o tres años trabajando en Oviñana y realizando arreglos para tiendas en Avilés. Luego abrimos una parrilla en Oviñana unos cuatro años, pero lo dejé porque no me gustaba la hostelería. Una vez casada retomé la costura un tiempo y finalmente me salió un trabajo como limpiadora en un almacén local, donde estoy ya hace unos cuantos años", recuerda esta mujer, que es a la vez una gran recuperadora de las cosas antiguas y, sobremanera, del molino, que es al mismo tiempo lugar de residencia de su familia. "La casa está reconstruida respetando la idea original del viejo molino. La verdad es que a la gente hoy le llama la atención la forma de nuestra casa, que tiene una planta de cruz latina, algo muy inusual. Está como quien dice en medio del pueblo, en la vega del río Esqueiro".

Según los datos de Ana López, el molino data del año 1600. "De esa fecha existe un primer testimonio escrito donde Juan Fernández Vallote, clérigo presbítero y vecino de la parroquia, fundó cuatro misas de aniversario rezadas y por cada una de ellas dos reales de limosna, y las funda y las carga sobre el prado y el molino que llaman del molín", identificándose con el actual molino de Goro.

Tanto ella como su marido gustan de mostrarlo a cuantos se sienten interesados por su historia y por el funcionamiento del molino, que llegó a tener cuatro muelas, ahora le quedan dos. "En verano se acercan muchos turistas", afirma Ana, quien siempre que puede escapa hasta Oviñana a disfrutar de la fotografía, una de sus pasiones. "Me relaja mucho perderme por allí haciendo fotos, sobre todo al amanecer o al atardecer en Vidío, es un lugar único para mí, me recarga de energía".

En cuanto a cómo ha vivido la evolución de Soto de Luiña, Ana López declara: "Hombre, hace un montón de años aquí había más niños, ahora cada vez hay menos. Ahora bien, tenemos todo tipo de servicios y estamos bien comunicados. Los pueblos necesitan gente para que no mueran, y yo animo a los que quieran a volver a ellos para evitarlo", señala.

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