Entrar en parte del mundo de Joaquín Hernández García en su casa de El Llugarín, en la parroquia de Samartino, en Siero, es como entrar un mundo lleno de magia, de sensibilidad, de belleza y de historia. Después de muchos años de persistencia y lucha por sacar adelante un proyecto en el campo en el que siempre creyó, abrir el museo El Taller de Títeres, hoy es una realidad que, día a día, es más reconocida por diferentes tipos de público.

"Yo estudié en La Laboral, en Gijón y quería ser arquitecto fotógrafo. Me salió una beca para Sevilla pero no quise dejar mis raíces, no quise abandonar Asturias. Estudié luego varias cosas más, entre ellas Magisterio, que me pagué cuando me puse a trabajar y, cuando me quedé sin trabajo pues, como todo el mundo, me tuve que buscar la vida. Entonces fue cuando entré en contacto con el mundo de los títeres y la animación infantil tras hacer un curso con Paco Abril y Victoria Fernández. De allí salió el grupo Quiquilimón con el que hacíamos teatro en la calle y animación infantil. Años después dejé el grupo y formé el mío propio de teatro de títeres con el que continúo, Tragaluz", recuerda.

Su decisión de vivir y trabajar en el medio rural ya viene de largo. Mucho antes de vivir en Siero había residido en Nava. "Durante un tiempo iba y venía en moto entre Gijón y Nava porque en Nava ensayábamos en casa de unos amigos. Llegó un momento que quise quedarme y rehabilité unas antiguas escuelas en 1989. Así empezó todo. Descubrí el placer del campo, la soledad creativa del campo, me impactó. Descubres muchas cosas", relata.

Tras conocer a su pareja, Isabel, residente en Oviedo, y tras muchas idas y venidas entre Oviedo y Nava finalmente en 2007 compraron la finca y levantaron su casa que, además de taller, cuenta con el museo. "Estuvimos cuatro años de obras, de hecho vivimos a vivir al taller", recuerda sonriendo.

Joaquín compagina su dedicación a Tragaluz con su museo y su trabajo como artesano creando títeres. "Me gusta el campo, yo quiero vivir aquí y, a ver, ¿por qué tengo que llevar mi museo a Oviedo o Gijón si lo que quiero es vivir aquí, ofrecerlo aquí? Y es que el suyo es un museo al uso donde la gente mira y se va. "Viene mucho tipo de público. Está montado para adultos pero también tiene su parte infantil. Hay cerca de 500 piezas del mundo entero que yo muestro a quien viene de formas diferentes. Es una forma de ver la cultura, el arte que existe en el mundo de los títeres, que muchos no conocen. En ocasiones la visita incluye también un taller para hacer una pieza propia", recuerda Joaquín que explica, con claridad, por qué le gusta vivir en el campo: "Yo lo primero que hago cuando me levanto es abrir la ventana, que entre la luz, que entre la naturaleza. Mira, ¿ves allí al frente? Son cuatro corzos. Hueles la lluvia, oyes los paxarinos, ¿cómo no voy a estar a gusto aquí?", se pregunta.