La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Eurodiputada de Podemos

Recuperar la Europa social

Ante el 60.º aniversario del Tratado de Roma

Recuperar la Europa social

No corren buenos tiempos para la lírica en Europa. Desde su fundación, hace hoy 60 años, el proyecto europeo se ha movido en el delicado equilibrio entre una idea más "social" y otra puramente mercantil de lo que debe ser Europa. Un equilibrio que definitivamente se rompió en los años 90 con la firma del Tratado de Maastricht, documento que consagraría el proyecto de una Europa norteamericanizada, con límites al modelo social europeo y a las políticas expansivas de los estados para crear empleo a través de dos herramientas básicas como son la inversión y el gasto público. Aunque los principales partidos socialdemócratas europeos apoyaron entonces aquel acuerdo con entusiasmo, sus resultados para ellos están hoy a la vista de todo el mundo: una crisis electoral y existencial sin precedentes del espacio político del centro-izquierda, que en muchos países está dejando de ser percibido como una alternativa real de gobierno. Al apoyar la institucionalización de las políticas económicas neoliberales y el "No hay alternativa" de Margaret Thatcher, la socialdemocracia cavaba su propia tumba de cara al futuro, algo de lo que la propia Thatcher se vanagloriaba cuando reconocía que su mayor éxito político había sido Tony Blair y la Tercera Vía.

El llamado Estado del bienestar europeo, conviene recordarlo, no cayó del cielo. Fueron las clases populares del Viejo Continente las que con su lucha lo conquistaron al término de la Segunda Guerra Mundial. En el caso de Portugal, España y Grecia un poco más tarde, con el final de sus respectivas dictaduras. Y es que para las élites económicas las trabajadoras y los trabajadores se han convertido en demasiado caros, exigentes y amantes del ocio y de la seguridad. Rebajar los derechos y los salarios de la mayoría social es un objetivo estratégico a cuyo servicio han puesto las instituciones supranacionales europeas. Como decía aquella viñeta de Manel Fontdevila, "la crisis está siendo un éxito", porque ha permitido a las élites acelerar el ritmo de las reformas dirigidas dinamitar el contrato social europeo y rebajar nuestros estándares democráticos y de calidad de vida. La farsa de aquel "apretarse el cinturón durante un tiempo" de Rajoy: no era temporal, era un cambio de modelo social, de un ya lastimado Estado del bienestar al "Estado de la precariedad".

Hoy día las gentes normales y corrientes de Europa nos enfrentamos cada vez a un mundo de mayor inseguridad y falta de certezas. Encontrar un empleo de calidad en nuestra ciudad o región, poder tener una vivienda digna y estabilidad para poder formar una familia o diseñar un proyecto de vida se están convirtiendo en auténticos retos, y ni siquiera las pensiones públicas parecen aseguradas. El miedo ante un futuro incierto para nosotros o nuestros hijos es el caldo de cultivo de una nueva derecha que ha convertido a los refugiados en el chivo expiatorio, pero también de fuerzas políticas renovadoras y democratizadoras que señalan con el dedo a los verdaderos causantes de la crisis, y proponen una salida justa y sostenible de la actual situación. Es el ejemplo de España, donde el 15M fue la gran vacuna democrática, el fenómeno que canalizó la desafección política y el descontento hacia proyectos radicalmente democráticos y que explica que no estemos viviendo el ascenso de fuerzas xenófobas y de extrema derecha. Al contrario, la irrupción histórica de fuerzas transformadoras en las instituciones abren las posibilidades de que nuestro país sea el espejo para un cambio democrático en otros países europeos, como ya están demostrando las ciudades del cambio en el día a día que es posible construir esa otra Europa que las de abajo y los de abajo necesitamos.

Compartir el artículo

stats